Colombia, entre lo local y lo global: la inserción de las regiones en la nueva economía global 1

Colombia Between The Local and The Global: Regional Insertion Within The New Global Economy

Colômbia entre o local e o global: A inserção das regiões na nova economia global

Andrea Lampis
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá DC
alampis@unal.edu.co

Laura Kiku Rodríguez
Overseas Development Institute, Londres - Reino Unido
laukiku@gmail.com

Recibido: 05.02.2012
Aprobado: 16.04.2012

1. Artículo de reflexión basado en datos secundarios, realizado para plantear una mirada complementaria frente a la visión prevaleciente en el campo de la economía acerca de la inserción de las regiones del país en la economía global. Trabajo realizado a partir de los insumos de reflexión generados por el curso ‘Sociedad y Desarrollo’, dictado por el Dr. Andrea Lampis en el Cider de la Universidad de Los Andes entre 2008 y 2010.


Resumen

El tema de la divergencia regional frente a la economía globalizada ha sido analizado en Colombia desde una perspectiva principalmente económica. Con base en indicadores de las regiones geográficas del país, este trabajo analiza cuatro aspectos fundamentales que influyen en las dinámicas locales-globales de las regiones colombianas: cambios institucionales, transformaciones estructurales, demografía y calidad de vida, y cambios geográficos. El análisis de datos sobre la dinámica poblacional, la concentración espacial, la calidad de vida, los flujos migratorios, la descentralización y la estructura productiva plantea un conjunto de interrogantes sobre la inclusión o exclusión desde los beneficios relacionados con un mejor acceso a mercados competitivos.

Palabras clave: Local-global, Divergencia Regional, Economía Global, Colombia.


Abstract

The issue of regional divergence in the face of a global economy has been analyzed in Colombia mostly from the perspective of economics. On the basis of indicators from the geographical regions of the country, this research analyses four main feature that shape local-global dynamics within Colombian regions: institutional and structural transformations, demography, quality of life and geographical changes. The integrated analysis of data on population, spatial concentration, quality of life, migration patterns, decentralization and productive structure poses a number of questions concerning the asymmetries of the benefits related to regional inclusion to more competitive markets.

Key words: Local-Global, Regional Divergence, Global Economy, Colombia.


Resumo

A questão da divergência regional comparada com a economia global foi analisada na Colômbia a partir de uma perspectiva principalmente econômica. Tendo em vista indicadores baseados em regiões geográficas do país, este artigo analisa quatro aspectos-chave que influenciam a dinâmica local-global das regiões colombianas: institucional, estrutural, demográfico e qualidade de vida, e mudanças geográficas. A análise conjunta de dados sobre dinâmica populacional, concentração espacial, qualidade de vida, estrutura de descentralização, migração e estrutura produtiva, estabelece um conjunto de assuntos sobre a inclusão ou exclusão dos benefícios associados com o melhor acesso aos mercados competitivos.

Palavras-chave: Local-Global, Divergência Regional, Economia Global, Colombia.


Introducción

Para el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, el desarrollo regional es uno de los desafíos centrales para alcanzar la prosperidad democrática. En el capítulo segundo del Plan Nacional de Desarrollo (PND), se afirma que para ello es necesario lograr niveles de “crecimiento y desarrollo socioeconómico, sostenible y convergente” (DNP 2011, 24). Con base en el análisis de datos nacionales y regionales de dimensiones no económicas del desarrollo, es posible profundizar en una mirada complementaria acerca del grado de inserción de cada una de las regiones del país en la nueva economía global. Al mismo tiempo, los datos relacionados con los principales rezagos y asimetrías presentes en el territorio, utilizando un conjunto de indicadores disponibles en el ámbito de lo poblacional y lo territorial, permiten reflexionar sobre la globalización de inspiración neoliberal del país, no sólo como oportunidad sino como problema, contribuyendo así a la formulación de un cuadro más integrado. Si bien el tema de las brechas regionales ha sido finalmente reconocido por el Gobierno en un documento de la estatura del Plan Nacional de Desarrollo, su preocupación principal sigue siendo el crecimiento económico. Este artículo sugiere la relevancia de reflexionar sobre otros aspectos más relacionados con los fines del desarrollo como es la ampliación de las libertades y las oportunidades de las personas frente a un enfoque más económico (que valora y considera muy importante) que se ubica más en el nivel categorial de los medios que en el de los fines.

La dramática desigualdad que reflejan las asimetrías espaciales del desarrollo queda en evidencia cuando se considera que hoy en día el 50% del PIB global del planeta se produce por el trabajo del 15% de la población mundial, la mayoría ubicada en Europa, Estados Unidos; y en Japón, Australia y Nueva Zelanda, tal como lo detallan Scott y Storper (2003). A esto se le puede añadir que la mitad más pobre de la población mundial produce apenas el 14% del PIB total.

El debate que desde la economía se ha ocupado de crecimiento, concentración económica y polarización regional, como también del trabajo de la geografía económica, ha cuestionado sobre las razones que contribuyen al establecimiento y al éxito de ciertos modelos o sistemas económicos frente a otros.

Como ha señalado Rodrick (1999), muchos de los determinantes en los procesos exitosos en el ámbito regional se pueden encontrar en la dimensión cultural o institucional. Sin embargo, si bien este debate ha sido retomado en Colombia, la iniciativa ha venido desde la economía o la ciencia política y el énfasis ha sido puesto en aspectos relacionados con el crecimiento, como la desigualdad en la distribución de los recursos y las limitaciones institucionales en términos de gobernanza.

Menos se ha debatido sobre qué cosa está realmente globalizada y quién está globalizado y quién no, en el sentido, por ejemplo, de la conexión con los flujos de información, el aprovechamiento de oportunidades bien sea de negocios, laborales o la movilidad entre y al interior de países. La exclusión de los beneficios potenciales de la globalización no es sólo un asunto de ser pobre o no; es un problema de toda la ciudadanía en cuanto es conformada por personas y grupos en relación con la posibilidad de beneficiarse de las oportunidades de un mundo globalizado, y lograr así mayores posibilidades de elección con base en fortalezas arraigadas en lo local de los diferentes territorios que conforman las regiones. Es un problema de cómo hacer frente a los dilemas y a los retos que las decisiones de organismos internacionales lejanos y remotos determinan, respecto a los lugares donde desenvolvemos nuestras vidas.

En la primera parte del artículo, Castells (1997a) discute las características de la nueva economía informacional y en red que representa una de las caracterizaciones más relevantes de las últimas décadas; esta discusión se lleva a cabo desde una perspectiva que enfatiza la existencia de otros aspectos importantes para la valoración del desarrollo socioeconómico, que van más allá de la competitividad de un territorio, sus productos y empresas. En esta discusión se resalta la importancia del concepto de región como entramado de relaciones económicas, por supuesto, pero también de relaciones no económicas, algo así como la relevancia de otras dimensiones del desarrollo para la comprensión del mismo. La relación entre globalización y territorio se construye a partir de esta multiplicidad de dimensiones, cuya exclusión limita la comprensión de la globalización y la ubicación de las regiones y de los grupos humanos que habitan el territorio al interior de la misma.

En la segunda parte, desde un abordaje comparativo y buscando sustentar los argumentos con datos secundarios fruto de una investigación empírica principalmente de origen nacional, el trabajo analiza los insumos de un conjunto de literatura que viene representando una masa crítica que permite plantear la necesidad de una mirada diferente frente a la idea ortodoxa de globalización, aquella “lógica inexorable e implacable que hay que seguir racionalmente mediante la adopción de políticas congruentes, intentando esconder o minimizar los conflictos de interés que la globalización produce” (Brand 2009, 17).

Como lo señala Sarmiento, en el caso de Colombia la globalización no produjo beneficios difusos o una redistribución del ingreso, sino su empeoramiento: “no es cierto que el comercio internacional incrementa la productividad y que ese aumento se manifieste en más producción, salarios y mejora de los ingresos de los trabajadores” (Sarmiento 2008, 381)2.

Por ende, nuestra posición no es de ninguna manera una crítica tout court a la mirada económica per sé a las cuestiones del desarrollo, sino a una ideología y a una política que responde al llamado de las posiciones neoliberales ortodoxas sobre la globalización y sus bondades. Al mismo tiempo, bien sea siguiendo el hilo de la literatura crítica o haciendo referencia a los planteamientos de documentos de política nacional como el PND, el artículo argumenta que en el país esta posición ortodoxa ha jugado un papel importante en inspirar la política macroeconómica de las últimas dos décadas. Por consiguiente, nos parece que la mirada multidimensional al tema del desarrollo estimula, por un lado, la discusión acerca del lugar real y deseado de las regiones y la población del país en el marco de la economía globalizada, y por el otro, aporta al debate sobre las posiciones ortodoxas en mérito a la globalización y sus efectos en el país.

Nuestro acercamiento se enfoca, sin duda, en la historia reciente por el énfasis en los insumos de los años noventa y de la primera parte de la década pasada. Sin embargo, el análisis de la integración y localización de la actividad económica, de los cambios institucionales, del rol de lo urbano en lo productivo y sus transformaciones socio-espaciales, presentan trayectoria relevante para el presente debate sobre el desarrollo. Por lo tanto, pasando por la demografía y la calidad de vida como por la mirada a las transformaciones estructurales de nuestra sociedad, no parece que recobre fuerza la necesidad de un debate acerca de una realidad marcada por la asimetría, la desigualdad de los logros y la exclusión desde el acceso a las oportunidades, que ameritan un lugar de mayor relieve en el debate nacional.

1. Globalización y nueva economía

La nueva economía suele caracterizarse con base en formas de actividad económica que se distinguen por su carácter global, de interconexión y estrecha relación con los cambios tecnológicos generados por la revolución informática, tal como lo ha definido Castells (1997a).

Sin embargo, existe un reconocimiento a nivel internacional según el cual el proceso de afirmación de esta nueva economía como aspecto que caracteriza la globalización, presenta asimetrías y desigualdades que se pueden apreciar desde una óptica territorial que analiza el progreso o rezago de determinadas zonas geográficas, situaciones que identificaron en los años noventa autores como Scott (1999) y Sassen (1994).

El análisis de la inserción en la economía global debe analizarse y fundamentarse en la comprensión de dimensiones regionales de la sociedad, para llevar luego estas relaciones al ámbito del desarrollo y de la interacción con la sociedad global.

La importancia de una mirada interdisciplinaria a un aspecto tan crítico del desarrollo como lo es la inserción de las personas, grupos y actores sociales y sus regiones en la dinámica de la globalización, reside en la desaparición de certezas acerca de la relación directa y lineal entre crecimiento económico, reducción de pobreza y mejora en el bienestar de las personas. La globalización implica una mayor integración económica que se manifiesta a través de la creciente apertura generada a través de mecanismos de liberalización del comercio y la inversión. Sin embargo, como ilustran Nissanke y Thorbecke (2010), los movimientos de capital, la movilidad de los trabajadores entre y al interior de los países, la naturaleza del cambio tecnológico y la presencia de flujos de información siempre más complejos, afectan la asimetría en la distribución de las oportunidades, a menudo generando mayor empobrecimiento por dos caminos complementarios. Primero, a través de las desigualdades en el crecimiento, y segundo, por medio de las desigualdades en la distribución del ingreso y de las oportunidades. Además estos dos mecanismos a menudo interactúan profundizando las brechas sociales. La fase de la globalización iniciada a comienzos de los años noventa (a la cual hace en buena medida referencia este artículo), se prolonga hacia las décadas siguientes a través de cuatro dinámicas (op. cit.) que sirven de trasfondo para sentar la importancia de mirar la relación entre globalización y las trayectorias divergentes en las dimensiones sociales del desarrollo:

a. El carácter altamente tecnológico del cambio que favorece el capital y penaliza al trabajo genérico; el acceso asimétrico a las nuevas tecnologías y al conocimiento y, finalmente, la difusión altamente desigual de ése último.

b. El patrón perverso de migración internacional que favorece el éxodo de trabajadores altamente especializados mientras controla de manera estricta el movimiento de quienes no tienen esas capacidades, pero buscan seguridad y sostenibilidad para sus medios de vida.

c. Los movimientos nefastos del capital con grandes fugas de capitales desde los mercados emergentes que resultan en desbalances globales de carácter periódico, así como las crisis que periódicamente afectan el sistema financiero, transfiriéndose su costo social sobre las clases medias y de menores recursos.

d. Los flujos de inversión directa desde el exterior que poco le deja a los países receptores por su carácter predatorio. Como lo plantea Stiglitz (2003), la clave para dominar la inversión extranjera directa es un gobierno capaz de ejercer un control y una gobernanza que obliguen el capital a participar al país de sus éxitos, mientras al mismo tiempo se contienen los riesgos como en los casos de China y Corea.

Esta brecha, así como el reconocimiento de la multidimensionalidad del desarrollo, ayudan a explicar el surgimiento de enfoques que intentan capturar aspectos que la medición del desarrollo, basada en incrementos en PIB per cápita y la competitividad, había dejado a un lado. Desde el índice de Desarrollo Humano, pasando por el índice multidimensional de pobreza elaborado por Alkire y Foster (2009) y recientemente adoptado en Colombia, hasta intentos de incluir los conceptos de sostenibilidad y bienestar subjetivo en la medición de progreso (Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009).

Como ya lo había señalado Schuurman (2001), desde la perspectiva de la economía política del desarrollo, la crítica a la homogeneidad del Tercer Mundo que se conforma ya en los años ochenta con base en la crisis petrolera determinada por los países de la OPEC en la década precedente, cobra importancia con el manifestarse de nuevos hechos como el fenómeno de los tigres asiáticos, la extrema pobreza en áfrica, el regreso de la dictadura en América Latina y, culminando los noventa, con las tragedias del este de Europa y de Oriente Medio. Un panorama que ilustra la imposibilidad de seguir analizándonos como parte de un todo homogéneo (que se le llame Tercer Mundo o países en vía de desarrollo o sur global) frente a la diversidad interna y a la imposibilidad de una teoría unificadora. Al mismo tiempo, esa crítica aporta nuevos elementos a la necesidad de consolidar los estudios detallados de las peculiaridades contenidas en la multiplicidad de relaciones locales-globales, así como de la ubicación de las regiones geográficas y de sus habitantes en el marco de esas mismas relaciones.

La segunda certeza que se ha desplomado a lo largo de las últimas décadas, que además es un proceso de todo el siglo XX con sus dictaduras, guerras y colección de horrores humanitarios, es la creencia en el progreso. Este proceso debe ser entendido a partir del elemento central del aumento de las brechas de riqueza y la desigualdad entre los países (sobre todo entre los más y menos industrializados), y dentro de los países mismos entre ciudadanos que de facto pertenecen a diferentes categorías en cuanto a derechos políticos, civiles, sociales, económicos y culturales, por no hablar del acceso a los recursos y a los servicios medioambientales. La tradición del ‘Fin del Siglo’, que describe el comienzo del nuevo milenio como una época marcada por el individualismo, el choque de civilizaciones y el riesgo que nos recuerdan autores como Huntington, Hobsbawn y Kaplan en el marco de una oposición imaginaria y metafórica, juega el papel de contrincante frente a otra posición quizás más cercana al abordaje de este trabajo que hace la siguiente pregunta: ¿En el así llamado Tercer Mundo hubo alguna vez algo que no fuera la sociedad del riesgo?

Finalmente y siguiendo a Schuurman (2001), el fin de la creencia en el rol del Estado como agente de progreso, corresponde a la caída de la tercera certeza, pilar que había acompañado el diseño mismo de la modernidad. El mundo globalizado parece apropiársela: por un lado, sigue utilizando la modernidad como un argumento retórico y de acondicionamiento de las masas por medio de las promesas electorales, y por el otro, en la práctica, lo que nos deja como ciudadanos es el enorme problema que implica enfrentar el aumento de la importancia de las organizaciones políticas internacionales en las decisiones estratégicas, y el aumento de la responsabilidad de los gobiernos locales en cuanto a responsabilidades críticas para el bien-estar de las personas y el desarrollo de las regiones.

Un marco en el cual el rol de promotor del crecimiento económico era el Estado -así como lo era el de promocionar el bien-estar– viene a ser suplantado por el sector privado, como lo demuestra el aumento de la importancia del sector financiero con US $1.500/día transados en los mercados internacionales en el año 2000; y al interior del cual el ciudadano es transformado paulatinamente en cliente frente al acceso a los satisfactores de las necesidades relacionadas con sus propios derechos (Schuurman 2001).

Con lucidez, Castells (1997a) nos describe los elementos principales de la Nueva Economía como los que vienen a constituirse en el cambio sociológico crucial del último cuarto del siglo XX a lo largo del cual, tras la revolución informática y la reapropiación por parte del capital del liderazgo político mundial, surgió una nueva economía a escala mundial. El autor la denomina informacional, global y conectada en redes, para identificar sus rasgos fundamentales y distintivos, y para destacar que estos elementos están entrelazados y se pueden describir así:

a. Es informacional porque la productividad y la competitividad de las unidades o agentes de esta economía (ya sean empresas, regiones o naciones), dependen fundamentalmente de su capacidad para generar, procesar y aplicar con eficacia, la información basada en el conocimiento.

b. Es global porque la producción, el consumo y la circulación, así como sus componentes (capital, mano de obra, materias primas, gestión, información, tecnología, mercados), están organizados a escala global, bien sea de forma directa, o mediante una red de vínculos entre los agentes económicos.

c. Está conectada en red porque, en las nuevas condiciones históricas, tanto la productividad como la competencia se desarrolla en una red global de interacción entre redes empresariales. La nueva economía ha surgido en el último cuarto del siglo XX, porque la revolución de la tecnología de la información proporcionó la base material indispensable para su constitución.

1.1 Globalización y ciudadanía

En el Fin del Milenio, Castells subraya que “la globalización procede selectivamente, incluyendo y excluyendo segmentos de las economías y de las sociedades en y desde las redes de información, riqueza y poder que caracterizan el nuevo sistema dominante” (1997c, 186). Esta selectividad de la globalización nos plantea dos grandes dilemas, cuya relevancia sigue actual a la luz de las desigualdades y asimetrías producidas por la globalización en el ámbito local. La razón para rediscutir a Castells es que sus planteamientos lograron prever, hace 15 años, escenarios que le calzan hoy en día al país en su relación con el proceso de cambio impulsado por la globalización neoliberal:

Primer dilema: la economía mundial no necesita de un gran número de personas aparte del papel que pueden jugar como consumidores. Este proceso corresponde a la globalización de la oferta vs. la localización de la demanda, es decir, una transformación según la cual la minimización de los costos de producción implica que el trabajo de las personas no es necesario y, consecuentemente, su capacidad para ganar un salario y consumir se reduce drásticamente. Así ocurrió en Colombia en la década 1990-2000 con la flexibilización del trabajo y el retroceso en seguridad humana (Garay 2002).

Segundo dilema: la globalización carece de mecanismos compensatorios para la redistribución a nivel global; la necesidad de sistemas de protección es mayor en las economías débiles sujetas a la volatilidad de los mercados (Salama 2003). Las naciones que se han encontrado de manera exitosa con la globalización pudieron: proveer la infraestructura básica de manera universal; lograr el acceso a la educación primaria y secundaria, así como la ampliación de la Educación Superior; poner en función sistemas efectivos de asistencia social; proteger la fuerza de trabajo en contra de la explotación y las condiciones de trabajo peligrosas, y realizar políticas económicas que desarrollan las áreas más deprimidas.

Los ciudadanos de esos países se podían mover libremente entre áreas pobres y ricas; en esas naciones, entre 20% y 40% del gasto público se ha destinado a estos rubros al menos después de la segunda guerra mundial.

Sin embargo, la contra cara de estos éxitos son los países en vía de desarrollo como Colombia, para los cuales a nivel mundial sólo el 0,4% del PIB mundial está destinado a financiación de programas de ayuda, y no han tenido ni las condiciones mencionadas arriba, ni han logrado pensar en políticas de gran aliento para impulsar un cambio de rumbo en su marginación mundial.

Colombia es unos de los países protagonistas de una globalización sin ciudadanía. Mientras en los estados–nación cada ciudadano tiene un voto, en nuestro país no sólo nadie puede votar para opinar sobre las instituciones internacionales, sino que el derecho al voto está restringido por las fallas institucionales, la violencia política y la exclusión social, determinada por la escasez de recursos y la desconfianza en el sistema político.

Hoy en día quizás los bancos y las organizaciones internacionales responden a los ciudadanos de los países de alto ingreso, pero el problema de la transparencia y la rendición de cuentas entre el sector privado y los ciudadanos no parecen haber encontrado un camino alentador en el país. Entonces no es posible una globalización del país más allá de la globalización (ella también parcial) de los grupos económicos y de la aristocracia, si la inestabilidad laboral reduce la vocería de los trabajadores, si la movilidad de las finanzas es el espejo de la inmovilidad de los ciudadanos, y si las multinacionales hacen sus propias reglamentaciones.

Como bien dijo el 24 de diciembre de 1994 el Financial Times con tajante franqueza por medio de una descripción cuya fuerza sigue vigente, más en países como el nuestro con sus abrumadoras desigualdades:

Dos tercios de la población del planeta parecen haber ganado poco o nada del crecimiento económico que se ha registrado hasta hoy en día como consecuencia de la globalización. Además, aun en el mundo desarrollado el cuartil más bajo parece haber sido el testimonio de una concentración hacia arriba de la riqueza, más que de su distribución hacia abajo.

1.2 Ubicar a Colombia y sus regiones entre lo local y lo global

El término local-global, conformado por dos palabras que es imposible separar cada vez que se utilizan, hace referencia y al mismo tiempo se sustenta en un cambio fundamental que caracteriza la sociedad globalizada: el hecho que la sociedad global tiene al planeta como referencia cultural, mental y operativa, lo cual la define como una civilización o una etapa de la misma que difiere en modo sustancial de todas las precedentes. La civilizaciones pasadas pueden ser releídas como momentos históricos que presentan fuertes continuidades entre lo que fue la internacionalización progresiva del comercio a partir del siglo XV3 y la intensificación de los intercambios financieros central en la globalización (Fazio Vengoa 2001).

No se podría afirmar lo mismo con relación a la idea de lugar que tenían las civilizaciones antecedentes al cambio tecnológico dado a partir de los años setenta desde un núcleo en el occidente industrializado. Como subrayan autores como Ostrowsky, Teune (1997) y Dicken (2007), mientras antes se solía definir el espacio en términos de nacional–local, hoy en día éste ya no se relaciona de manera estrecha con el territorio en cuanto el globo ya no tiene límites y los individuos y las colectividades pueden fácilmente entrar en procesos constantes de renegociación alrededor del planeta.

Desde esta perspectiva, la conexión entre los procesos globales y las realidades locales que de ahora en adelante definiremos ‘local–global’, desprende un conjunto de interrogantes sobre la inclusión o la exclusión de fuerzas productivas, territorios y pobladores, desde los beneficios potenciales que tiene el acceso a mercados dinámicos y competitivos.

En esta medida, la investigación introduce en el análisis de la integración y la localización de la actividad económica, algunos elementos sobresalientes que acompañan el cambio económico en relación con la globalización, que podrían resumirse en tres puntos cuando el análisis es llevado desde una perspectiva regional y local:

a. El cuestionamiento de la homogeneidad de las regiones de los países en vía de desarrollo frente al proceso de globalización y, en particular, de las condiciones que permiten una mayor o menor inserción y participación en la nueva economía y sus beneficios. Un punto que cobija implicaciones relevantes para la reflexión sobre temas como la oportunidad y la modalidad de adhesión a políticas, como la del tratado de libre comercio recién firmado con Estados Unidos.

b. El cuestionamiento sobre la existencia de resultados homogéneos en logros del progreso en cuanto a bienestar material y mejora de las condiciones de vida, lo cual vuelve a replantear la cuestión de linealidad de la afirmación de la modernidad, en países como Colombia caracterizados por diferentes tipologías de desarrollo así como diversas condiciones estructurales e institucionales para su logro.

c. El cuestionamiento sobre la validez de la idea de territorio como espacio meramente físico. Esta idea entra en crisis frente a la contemporaneidad de territorios y espacios tanto físicos como virtuales; tales como los territorios y los espacios donde se encuentran los flujos económicos y financieros, así como las actividades económicas sectoriales.

2. Región: espacio vivo de la economía y de la sociedad

El departamento existe sólo en la mente del planificador centralista, del burócrata alejado de la realidad viva de la sociedad, y en la vida de la gente; es una unidad administrativa que pareciera cobrar vida sólo cuando se llevan a cabo las operaciones de las cuentas nacionales, la imposición de los impuestos, la repartición de los cargos y los encargos políticos o de las transferencias.

De lo contrario, la región es un espacio vivo y multidimensional, a partir de lo geográfico y pasando por la construcción social del territorio. La región a la cual se refiere este trabajo refleja un concepto cercano al de ‘bioespacio’ expresado por Fals Borda (2000), una conformación que existe de manera flexible y temporal de acuerdo a cómo en un territorio se dan las respuestas a los procesos locales y regionales de desarrollo social, económico y político en el marco de los cuales, a su vez, se articulan otros procesos como los de producción y reproducción. Estos espacios, en palabras de Borda, son lugares donde “se expresa y palpa la vida colectiva en su cotidianidad: la relación territorio-población-servicios es fundamental, y de allí depende mucho la convivencia, la prosperidad y la paz ciudadanas y el buen manejo que se le dé a los recursos financieros que se reciba” (Fals Borda 2000, 48).

La inserción de estas realidades en las dinámicas complejas de la nueva economía va más allá de la productividad de las industrias o de la participación de un territorio al volumen de las exportaciones, pues depende de la manera a través de la cual quien habita el territorio se beneficia de procesos como el crecimiento económico.

Los resultados del análisis realizado para este escrito desafían la idea de la existencia de una globalización homogénea, y ponen de manifiesto la presencia de fuertes desigualdades en cuanto a las configuraciones de las relaciones económicas en el interior de las regiones y desde las regiones hacia los mercados internacionales en relación con los siguientes aspectos que, en su conjunto, desde la perspectiva de la integración y la localización de la actividad económica en las regiones colombianas, constituyen el punto de partida de nuestro análisis:

* Dominio de las fuerzas del mercado.

* Integración de la economía global.

* Transformación de los sistemas de producción y del mercado del trabajo.

* Aumento en la velocidad del cambio tecnológico.

* Cambios en la comunicación y en la cultura del consumo.

3. Integración y localización de la actividad económica

La teoría económica neoclásica ha sido criticada, entre otras cosas, por dejar de lado factores institucionales de gran relevancia; así mismo, los factores espaciales tampoco han sido tenidos en cuenta en los análisis económicos tradicionales. Los aportes de corrientes como la Nueva Economía Geográfica (Krugman 1998, Clark, Feldman y Gertler 2000, entre otros) y teorías referentes a explicar la competitividad y los clusters económicos, han puesto estos factores nuevamente en el centro del debate.

La localización de la actividad económica es, por un lado, una respuesta al potencial en términos de recursos no sólo de tipo económico y financiero, sino también de capital humano, tecnológico, de información, etc., de las distintas regiones y, por el otro, un elemento que tiene implicaciones en el grado y la forma de inserción de las economías regionales a la economía global. El conocido “diamante de Porter” es un claro ejemplo de esto; este autor señala que las ventajas comparativas de una región frente a otra se derivan de cinco elementos fundamentales (Porter 1990): i) las condiciones de los factores de producción, ii) las condiciones de la demanda, iii) las industrias relacionadas o de apoyo, iv) las estrategias de las empresas y v) el marco regulatorio de la competencia.

Sobre una línea de reflexión complementaria se ubican autores colombianos como Moncayo (2002) que nos recuerdan cómo los procesos de acumulación, innovación y formación de capital social, son también localizados. Por último, y siguiendo el enfoque planteado por Storper (1996), el nuevo paradigma económico tiene que ser complementado con una visión de la economía como conjunto de relaciones en donde los diferentes activos y actividades económicas son relacionales, es decir, dadas las restricciones que presentan los espacios geográfico en donde se ubican, constituyen economías territorializadas que se relacionan entre ellas, generando coherencia, externalidades y retroalimentación, creando lo que el mismo Storper llama mundos regionales de producción. Sin embargo, en algunos casos esto no ocurre y se generan, por el contrario, economías desarticuladas o periféricas. Estos aportes teóricos ayudan a comprender el por qué de las divergencias en términos de la integración y la localización de la actividad económica de las regiones colombianas, una problemática en la cual la producción, el comercio y la competitividad juegan un papel determinante en la generación de asimetrías y acentuación de procesos de inclusión o exclusión en relación con las grandes aglomeraciones que caracterizan las economías regionales exitosas (Scott y Storper 2003). Al análisis de esta tríada en las diferentes regiones del país, están dedicados los siguientes apartados.

4. La producción

Las regiones colombianas presentan disparidades en términos de las ramas de actividad económica predominantes, por ejemplo, mientras en la región Pacífica (con excepción del Valle del Cauca) la actividad se concentra en el sector primario, en la región Andina son los sectores industrial, comercio y servicios los que predominan. Además, como lo ilustra el Gráfico 1, se presenta también otro patrón interesante determinado por la mayor concentración de actividad económica en el centro del país y en el Valle del Cauca. Esto se ve reflejado en la concentración de la producción económica de las regiones (Tabla 1). Por ejemplo, en el 2010 Bogotá solamente representaba el 26,33% del PIB nacional y en contraste, la contribución de Guainía es casi nula.

Estas diferencias parecen consistentes con lo encontrado por la literatura sobre convergencia y divergencia del crecimiento económico que, como subraya Bonet (2004), parece indicar la presencia de un fenómeno de polarización que se tiende a relacionar con las políticas de industrialización por substitución de importaciones, (ISI) que favoreció a las áreas relativamente más industrializadas al protegerlas de la competencia del capital extranjero, la creciente primacía de Bogotá y su región metropolitana (Goueset 1998), a su vez inicialmente favorecida por el modelo ISI, y el relativo declino de la región Caribe.

En adición a esto, las importaciones pueden ser usadas como proxy para medir el tamaño del mercado local. Desde el Gráfico 2, observamos cómo al respecto los tres primeros lugares son ocupados por departamentos de la región Andina, seguidos de cerca por el Valle del Cauca y algunos departamentos de la costa Atlántica. Al respecto, el estudio de Cordi (1999) muestra que casi la mitad de la demanda final de bienes y servicios a finales de los noventa, estaba concentrada en Bogotá, Antioquia y el Valle del Cauca y el patrón de las importaciones en años más recientes parece ratificar esta hipótesis.

5. El comercio

En cuanto al comercio, también se presentan asimetrías entre las regiones en los intercambios tanto con otras regiones del país como en el ámbito del comercio internacional. En el primer aspecto, retomando la mirada histórica siempre por medio del trabajo de Cordi (1999) mencionado anteriormente, se resalta que para las regiones de la Orinoquía, la región Oriental y el departamento del Valle del Cauca, la demanda de otras regiones colombianas se fue constituyendo como un elemento de vital importancia para sus exportaciones ya a finales de los noventa. En el caso de la Orinoquía, su vinculación a la economía nacional se da principalmente como productora de materias primas, especialmente productos agrícolas, de ganadería y petróleo. En cuanto a las exportaciones con el resto del mundo, los departamentos de la región Andina, destacándose Bogotá y Antioquia más el Valle del Cauca, concentran el 67% de las exportaciones. La región Atlántica también tiene una participación alta en el comercio internacional.

Más allá de la actividad comercial, es importante ver la diversidad de los productos que se exportan pues es un indicativo del dinamismo de la actividad económica y el grado de especialización de la misma en el marco del proceso de apertura económica y globalización. Los departamentos de la región Andina se destacan por la diversidad de sus exportaciones (Gráfico 3).

Aunque los datos presentados anteriormente ya muestran ciertos patrones interesantes, tras Storper (2000) cabe señalar cómo la localización de la actividad económica no es tanto una consecuencia del comercio, sino más bien un motor de la actividad comercial. ésta depende de otra serie de factores como los flujos de información, las relaciones entre las estructuras de producción, las economías de escala, los cambios poblacionales y los cambios institucionales, entre otros. Algunos de estos factores se discuten a continuación en relación con el tema de la información y la competitividad.

6. Información y competitividad

El Global Economic Forum (2008) define la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad y prosperidad que puede alcanzar un país, así como el ritmo de crecimiento en el mediano plazo. Hay varios factores que pueden incidir en la competitividad de los departamentos, al respecto la Cepal elaboró en el 2002, un estudio de la competitividad departamental que tiene en cuenta factores que van desde la infraestructura y el sector financiero hasta el medio ambiente (Cepal 2002). Según los mismos factores que ese trabajo destaca, para América Latina y sus países, en casi todos los componentes (con la excepción del factor medio ambiente), desde comienzos de la década pasada Bogotá ya se destaca como polo metropolitano y como ciudad-región. Esto se ve reflejado en la gran cantidad de empresas que buscan asentarse en la ciudad y sus alrededores: 411 multinacionales residen en Bogotá, de las cuales 114 aparecen listadas en el Global Fortune 500. El gráfico 4 ilustra cómo los departamentos de la región Andina, en particular Antioquia y Santander, están en los primeros lugares. Los departamentos de la región Atlántica se encuentran en posiciones medio-bajas, y los de la región Pacífica, con excepción del Valle del Cauca, en posiciones bajas.

Un factor de gran importancia para la integración comercial son las vías, aeropuertos y puertos marítimos, elementos frente a los cuales el Gráfico 5 presenta algunos patrones. Los departamentos mejor dotados en cobertura vial clave para la conexión con el resto del país y el mundo, son Atlántico, Quindío, Risaralda y Boyacá. Hay que destacar también que en muchas de las ciudades intermedias de la región Andina como Pereira, Bucaramanga y Armenia se han construido proyectos de infraestructura importantes como el Megabus o el nuevo aeropuerto de Armenia.

El conocimiento puede generar grandes externalidades positivas a nivel de firmas e individuos, conduciendo así al crecimiento económico (Krugman 1991, Grossman y Helpman 1991, entre otros); la innovación tecnológica tiende a estar especialmente aglutinada debido a estas externalidades, aún controlando por la concentración de la producción (Audretsch y Feldman 1996). Más aún, estos autores encuentran que determinantes claves de la concentración y localización de la actividad económica, son las actividades de investigación y desarrollo en las industrias y en las universidades, y el uso de trabajo calificado.

El índice de innovación y desarrollo del Gráfico 6, elaborado a través de las percepciones de los empresarios, muestra deficiencias en la mayoría de las regiones; ni siquiera Bogotá se destaca significativamente del promedio nacional. Esto puede ser reflejo de que el país en general, es un importador neto de tecnología e innovaciones.

Los medios de comunicación e información son también muy importantes para hacer negocios de manera rápida, y para fortalecer el intercambio con otras regiones del país y del mundo. La generación y transmisión de la información tienen además, según Castells (1999), un papel fundamental y se convierten en fuentes de poder y productividad; el desarrollo es así, un proceso que desborda el campo de la producción y se traslada al campo informacional. En este campo el promedio nacional sigue estando rezagado, y los únicos entes territoriales que según el informe de la Cepal se encuentran en un nivel alto de tecnologías de información y conocimiento son Bogotá, Antioquia y el Valle del Cauca.(Gráfico 7)

Por último, en cuanto a la intensidad de conocimiento que usan las industrias en las regiones, se destaca nuevamente la región Andina como aquella en donde sus industrias altamente intensivas en conocimiento generan mayor valor agregado.

7. Mercado laboral

El mercado laboral es el reflejo de la actividad económica y las fluctuaciones en las tasas de empleo. Dependen en gran medida de los ciclos económicos, y por este motivo no se analizarán acá, sino que se hará énfasis en otros indicadores del mercado laboral de carácter más estructural y que tienen efectos en la integración y localización de la actividad económica de las regiones colombianas.

La división internacional del trabajo, la subcontratación de la producción en países en desarrollo y la flexibilización de la mano de obra en miras de reducir los costos de producción, son aspectos que caracterizan la economía de las cadenas de producción global (Gereffi 2006), y es por ello que estas diferencias en la calificación de la mano de obra tiene implicaciones importantes en el tipo de inserción de las diferentes regiones a la economía global. El tipo de oferta laboral disponible es importante para entender qué papel puede cumplir una región en la estructura productiva nacional y mundial. Según Audretsch y Feldman (1996), entre más calificada sea la mano de obra, mayores serán las externalidades del conocimiento, lo cual puede ayudar a explicar la mayor productividad en algunas regiones del país.

La caracterización del nivel educativo de la población económicamente activa (Gráfico 8), muestra cómo el departamento del Chocó en el Pacífico, y en general los departamentos de la costa Atlántica, tienen los mayores rezagos al respecto, y los departamentos del centro son aquellos donde la PEA tiene mayor educación. Esto indicaría que éstos son los departamentos con potencial para incorporarse en los eslabones más altos de las cadenas de valor global, mientras que los trabajadores en las demás regiones están más propensos a convertirse en subcontratistas de la producción manufacturera y agrícola en el eslabón más bajo de la cadena productiva. Como lo describe Barrientos (2010), estos trabajadores son aquellos más vulnerables a vivir en la pobreza, tener volatilidad en el empleo, bajos salarios y baja cobertura en protección social, especialmente en condiciones donde las iniciativas para promover el trabajo decente son de corto alcance. (Tabla 2)

Esto limita, al mismo tiempo, la posibilidad de un crecimiento incluyente en estas regiones, considerando que los determinantes claves de la relación crecimiento, reducción de pobreza e inequidad son la generación de empleo, la calidad y la estabilidad del mismo, así como la oportunidad que tienen las personas de aprovechar las nuevas oportunidades laborales (Melamed, Hartwig y Grant 2011).

8. Patrones de integración y localización de la actividad económica en Colombia

Como se menciona anteriormente, la clasificación de “región” es subjetiva y en gran medida arbitraria; esto es cierto para diferentes dimensiones que pueden contener el concepto de región (por ejemplo, cultural, poblacional, económica, política, etc.). En lo económico, la división en regiones tampoco corresponde totalmente a un criterio de similitud al interior de ellas, pero hay ciertos patrones generales que emergen del análisis presentado. En la mayoría de aspectos, la región Andina se destaca de las demás por ser aquella en la cual la actividad económica está más diversificada y desarrollada, y tiene las mayores conexiones con los mercados internacionales. En particular se destacan Bogotá, Antioquia y el Valle del Cauca (que aunque geográficamente se ubica en la región Pacífica, en términos económicos su caracterización es más cercana a la región Andina). Esto se debe a una dotación localizada de factores como tecnología, vías y capital humano, que les permiten responder mejor a los retos en cuanto a la integración con la economía global, mientras que las regiones de la Orinoquía, el Pacífico y el Caribe se constituyen, en general, como economías periféricas.

9. Cambios institucionales

El concepto moderno de Estado, surgido a partir del tratado de Westfalia, se articula a través de tres elementos: la población, la autoridad legítima del poder coercitivo dentro de un territorio determinado y la sustentación de la legitimidad de la coerción en un orden de poder colectivo (autoridad pública). Sin embargo, como nos recuerda Castells (1997b), hay factores de la sociedad moderna que minan el control estatal sobre el espacio y el tiempo: los flujos globales de capitales, bienes, servicios, tecnología y poder, y habría que añadir las identidades plurales que desafían la identidad nacional y las instituciones supranacionales. De acuerdo a Mason (2001), la globalización transforma al Estado al afectar su autonomía, autoridad y seguridad. Así, la crisis del Estado-nación se podría describir como la pérdida de peso relativo dentro del escenario político mundial en el ámbito de la soberanía, es decir, de la autoridad y el poder.

Castells (1997b) también menciona que la diversidad de intereses sociales transmiten al Estado-nación sus demandas y necesidades y, ante la incapacidad del Estado para responder simultáneamente a todas las necesidades, se crea una crisis de legitimación ante la cual los Estados se embarcan en un proceso de descentralización para tratar de superarla, por lo cual las diferentes identidades regionales terminan por encontrar una mejor expresión de sus demandas en el ámbito local.

La descentralización en Colombia fue en su primer momento de tipo político con la elección popular de las autoridades locales, y en un segundo momento tomó un rumbo claramente fiscal como lo subrayan tanto Fals Borda (2000) como González (2004), allí donde una descentralización es la que implica no tan sólo deberes sino también derechos de las regiones y participación de las personas en los procesos de decisión; un concepto finalmente cercando a lo de autonomía puesto que, como recuerda Boisier (1996), el término mismo de ‘región’ viene de regio, es decir, el que rige y tiene soberanía sobre sí mismo y autonomía frente a los demás.

Ahora bien, en ninguna de las regiones del país se ve que la participación política sea altamente significativa, ni a nivel de autoridades locales ni nacionales (Tabla 3), lo cual lleva a preguntarse sobre las implicaciones en la legitimidad de las autoridades públicas.

El segundo momento de la descentralización fue el económico, específicamente como se decía, la etapa de operacionalización fiscal del proceso. Se establecieron las trasferencias para los entes territoriales y éstos quedaron encargados de manejar sus recursos. El nivel de esfuerzo fiscal que han logrado realizar las regiones en muy dispar (Gráfico 10). En lo que en nuestra clasificación correspondería a la región Andina, se han obtenido los mejores resultados y los peores se han dado en la región Atlántica y en la Orinoquía; la región Pacífica ha mostrado índices decrecientes en el período 1996-2003.

De igual manera, y muy en relación con el componente de fortaleza económica y el tamaño del mercado local de las regiones, está la capacidad de generar ingresos propios. En este aspecto también hay departamentos que sobresalen (por ejemplo, Cundinamarca, Antioquia y Meta) y otros rezagados (como Nariño, Magdalena y Chocó) (Gráfico 11). Cabe resaltar la situación de la mayoría de los departamentos de la región Orinoquía que tienen una alta dependencia en las transferencias, y en especial en los recursos provenientes de las regalías.

Por último, en cuanto al déficit de las autoridades locales en Colombia, visto en términos generales y después de casi diez años de reformas, se han dado avances en el manejo de las finanzas públicas (Gráfico 12). Sin embargo, la deuda territorial está altamente concentrada y las 20 entidades más endeudadas explican el 84% de la deuda total y de éstas, 13 se encuentran en la región Andina.

A pesar de esto, el proceso de descentralización en Colombia puede ser criticado por estar fortaleciendo paradójicamente a la centralización. Al respecto, David Soto argumenta que el gobierno tiene el poder de definir los límites de la autonomía de los entes territoriales; además, en términos fiscales, se impuso un modelo híbrido incompleto entre un federalismo fiscal, en donde departamentos y municipios tuvieran la obligación de financiar sus actividades con recursos propios, y un modelo de principal-agente en donde las regiones no son más que ejecutoras de las políticas del gobierno central. Esto terminó siendo un sistema basado “en la delegación de funciones y la distribución condicionada de los recursos que “convierten a municipios y departamentos en delegados del gobierno nacional en la ejecución e implementación de políticas con los recursos de las transferencias” (Soto 2003, 139), relegando así el principio de autonomía local sobre el cual se supone descansa la descentralización.

Hay que tener en cuenta que la construcción política de las regiones de acuerdo a Boisier (1996) supera la simple construcción como división administrativa; las regiones pretenden convertirse en sujetos y actores de su desarrollo y potenciar su capacidad de auto-organización y de movilización hacia proyectos colectivos. En esta medida, y para superar las inconsistencias de la formulación de la descentralización analizadas por Soto, es importante no sólo la capacidad de generar y gestionar recursos, sino también la de crear un proyecto que guíe los objetivos de desarrollo propuestos. La ley 388 de 1997 y el decreto 879 de 1998, que establecen la obligación para las entidades territoriales de hacerse cargo de los procesos de planeación y desarrollo territorial, definen al ordenamiento territorial como el instrumento básico para el planeamiento físico, jurídico y económico del territorio, y como una herramienta que permite consolidar la autonomía territorial e impulsar el proceso de descentralización.

De acuerdo al entonces Viceministerio de Vivienda y Desarrollo Territorial (2005), desde la promulgación de la ley de ordenamiento territorial en 1997 hasta el 2005, 1020 municipios tenían su Plan de Ordenamiento Territorial (POT). De los municipios faltantes sólo 10 se ubicaban en la región Andina (todos ellos en Boyacá), y en contraste, en la región Pacífica faltaban 39 municipios (Gráfico 12). Sin embargo, también se diagnostica una inconsistencia entre los respectivos POT y los planes de desarrollo municipales en cuanto a la asignación de recursos, el incumplimiento de las metas y el cambio de directrices. En adición a los planes de desarrollo municipales y departamentales, existen otros que buscan la integración de las regiones, entre ellos los planes Región Bogotá/Cundinamarca, Eco-región del Nororiente, Agenda Pacífico XXI, Agenda Amazonía XXI, Plan Caribe, Programa Darién Chocoano y Urabá Antioqueño, Programa de Desarrollo Sostenible de la Región de la Mojana, entre otros. A pesar de esto, tampoco se han logrado todos los objetivos deseados como, por ejemplo, un análisis del plan Agenda Pacífico XXI. Diego Chávez (2005) encuentra que éste ha perdido credibilidad, sobre todo por la improvisación, la falta de continuidad y los escasos resultados en la ejecución.

Por otra parte, la descentralización puede ser una forma de involucrar a los actores locales en los procesos de gobierno, pero si las identidades regionales rechazan la noción de integración y el Estado es incapaz de igualar los diversos intereses existentes, las presiones sociales generadas pueden terminar deslegitimando aún más al Estado y las minorías, refugiándose en estructuras de gobierno propias y locales.

El tema de las identidades étnicas cobra relevancia nacional a raíz de la constitución de 1991 y las leyes posteriores como la ley 70 de 1993, en donde se reconoce el carácter multiétnico del país y se proponen mecanismos para la participación de dichas comunidades en los procesos políticos nacionales. De acuerdo al Censo del 2005, de los 41 millones de habitantes, alrededor de cuatro millones son afro descendientes y se ubican principalmente en los departamentos de la región Pacífica y Atlántica. Además, los cuatro departamentos que conforman la Región Pacífica cuentan con el 62% de los grupos étnicos existentes en el país. (Gráfico 13)

Los grupos indígenas agrupan aproximadamente a 1 392 000 habitantes. Aunque son significativamente menos que los afrocolombianos, su visibilidad es mayor, en parte porque tienen estructuras de organización y de identidad internas más fuertes.

Espacialmente, los grupos indígenas están concentrados en su mayoría en la región de la Orinoquía, en donde los territorios indígenas son 12,34% del área total de la región, pero también tienen una presencia importante en la región Atlántica y en la Pacífica. En ésta última región, los movimientos sociales conformados por indígenas son especialmente visibles y organizados, en particular, el Movimiento Indígena del Cauca. Este movimiento ha liderado acciones como el impulso de movilizaciones masivas, el bloqueo de vías, los procesos de recuperación de las tierras, la construcción de iniciativas populares y la participación en procesos democráticos como la Asamblea Nacional Constituyente, el senado y la Gobernación del Cauca por el periodo 2001-2003, constituyéndose así como líder político, referente simbólico y modelo organizativo para las luchas indígenas.

Los pueblos indígenas se han integrado a las dinámicas de las instituciones formales de gobierno aprovechando las oportunidades plasmadas en la Constitución de 1991 (por ejemplo, la circunscripción especial indígena en el congreso, los mecanismos de participación democrática como las iniciativas populares, entre otros) y, a la vez, han manejado internamente sus propios sistemas de gobierno. Sin embargo, no todos los grupos indígenas han sido exitosos a la hora de apropiarse de los mecanismos institucionales formales (por ejemplo, el caso de los indígenas en Puerto Gaitán-Meta que a pesar de ser mayoritarios en la región, no han logrado acceder al poder local) ni tampoco las relaciones entre los grupos étnicos y el Estado-nación han sido siempre armónicas. Otro ejemplo de lo anterior son los grupos afro descendientes de Chocó, Antioquia y Nariño que se han encontrado en conflictos por tierras debido al desplazamiento que arguyen; han generado olas de colonización atraídas hacia sus regiones debido a la expansión de economías de monocultivo como la palma africana, el banano o la ganadería. Los grupos indígenas también se han encontrado en situaciones que evidencian la crisis de identidad del Estado-Nación, destacándose el conflicto de los indígenas Uwa con la petrolera Oxy, el cual refleja el choque entre dos visiones de desarrollo que coexisten en la región. Como bien lo señala Valencia en Le Monde Diplomatique:

No existe un solo ejemplo en el mundo de proyectos mineros en gran escala, que sean controlados por el capital extranjero, con una evaluación positiva de mejora en la calidad de vida de las comunidades vecinas a la explotación. El caso de los 33 mineros chilenos, aparte de la destacable misión de rescate, esconde las vergonzosas condiciones laborales, económicas y sociales de los trabajadores y sus familias. La causa principal del desastre minero que sufre el país en la actualidad es que el Estado, por cuenta de la legislación minera que ‘recomendó’ el Banco Mundial en el año 2001 (Ley 685), reformada en febrero de 2010 con financiación de la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional, fue obligado a abandonar la intervención directa en la actividad minera con una relegación al papel de simple regulador y fiscalizador (Valencia 2012, 12).

Desde el punto de vista académico, la larga investigación de Escobar (2010) sobre las dinámicas de explotación minera y agro-industrial en el Chocó biogeográfico representa una corroboración importante de esta tendencia del capital internacional en términos de penetración, extracción y desposesión de la riqueza del territorio nacional, mientras se convierte en otro llamado a la valoración de las implicaciones de políticas neoliberales en Colombia en cuanto a su efecto de destrucción de la riqueza ecosistémica y desarticulación territorial y cultural.

10. Lo urbano y lo productivo: transformaciones socio-espaciales

Las transformaciones socio-espaciales juegan un papel fundamental en la comprensión de la dinámica de la globalización y de la dinámica regional; en otras palabras, el elemento central a través del cual la globalización se refleja en el territorio, la aglomeración –como lo han ilustrado Scott y Storper (2003)- no sería viable sin las ciudades.

Como indica el Population Reference Bureau (PRB), en 2008 más del 50% de la población mundial vive en áreas urbanas y para el 2030 se prevé que este porcentaje suba al 60%. Para la misma fecha, el 79% de los pobladores urbanos vivirá en ciudades pequeñas y medianas de los países en vía de desarrollo, y la tendencia es que el mayor crecimiento en el futuro sea el de ciudades de menos de 500 mil habitantes.

Estas tendencias, de las cuales no estará exenta Colombia, representan un reto gigantesco en sí mismas en cuanto, por un lado, tenemos que las ciudades más grandes y un porcentaje reducido de las medianas concentran la riqueza y constituyen una red de redes primaria y privilegiada en relación con el encaje en la nueva economía. Por otro lado, tenemos miles de ciudades medianas y pequeñas que, como es el caso de Colombia, concentran economías (mundialmente hablando) absolutamente marginales y, sin embargo, resultan ser siempre más centrales como lugares de refugio para la migración del campo debido a la falta de oportunidades y a la violencia, así como hogares de un crecimiento natural siempre más rápido, por lo menos hacia una mayor estabilización de la pirámide poblacional.

De particular relevancia para comprender la ciudad por afuera de la vieja perspectiva solamente local de los estudios urbanos regionales, y enmarcarla dentro de una sociología de lo local-global, el trabajo de Sassen (1994 y 2001) resulta fundamental. Sassen conceptualiza la globalización de una nueva manera; en primer lugar, analiza el rol de las ciudades en el sistema-mundo en creciente globalización; en segundo lugar, considera la reestructuración de los mercados del trabajo local y los arreglos espaciales y; en tercer lugar, analiza la interacción entre el cambio urbano, el cambio económico y los impactos y las asimetrías locales; una labor de aclaración que autores como Hopkins y Wallerstein (1996) o Scott (1999), habían llevado a cabo sólo parcialmente.

10.1 Concentración, especialización y segmentación de las actividades

Unas de las dinámicas más sobresalientes, documentada por Portes y Lungo4 (1992a, 1992b), consiste en la emergencia de condiciones que reflejan de manera cercana los patrones de las mayores ciudades Occidentales: la conformación y el fortalecimiento de mercados financieros altamente dinámicos y de diferentes sectores muy especializados en el campo de los servicios, fenómeno acompañado por una sobrevaloración de los productos de las firmas y del trabajo de quienes se encuentran empleados por éstas. Por otra parte, vemos una caída vertical en la valorización del trabajo de los demás sectores de la economía. Como ilustra Sasken (op.cit.), entre los ejemplos espaciales de concentración de actividades globales en contextos urbanos locales, cabe citar la conformación de patrones que tienden a seguir las siguientes modalidades de especialización de las ciudades:

* Zonas de producción industrial.

* Centros de turismo.

* Centros financieros y de negocios.

Estos procesos de la economía global, plantean dos interrogantes que se perfilan como ‘cuidados intensivos’ para Colombia:

¿Cómo estos procesos afectan miles de ciudades pequeñas en las cuales vive la mayor proporción de la población urbana mundial?

¿Cómo afectan la capacidad de los gobiernos para responder a las necesidades y proveer ‘mejores’ servicios?

La globalización económica y sus fuerzas no pueden ser ignoradas por los gobiernos locales: las zonas de procesamiento de exportaciones rara vez generan beneficios sociales y agregación en valor público más allá de la generación de empleo transitorio, inestable y poco garantizado en cuanto a protección social y prácticamente nulo en cuanto a proyección perspectiva, para la gente y para la región.

Desconocemos los detalles de los impactos de la lógica de la privatización, la reducción del gobierno y la desregulación sobre las dinámicas de la vida y de las sociedades locales.

Los ejemplos chinos y asiáticos de transformación y generación de potencial, acompañan a muchos otros casos de retroceso y destrucción de la base económica y productiva de muchos centros urbanos.

11. Demografía y calidad de vida: transformaciones estructurales

Las oportunidades que las personas tienen para participar de los beneficios de un mundo más abierto y, en lo local, estrechamente ligado a lo que un núcleo extremadamente poderoso de actores económicos y políticos opinan sea conveniente, no depende tan sólo del desarrollo comercial e informático o de clusters exitosos; es un proceso que empieza con la posibilidad de hacer valer derechos de diferente orden, y con la satisfacción de necesidades básicas como una de las principales condiciones necesarias para la ampliación de las libertades.

Desde el análisis de algunos datos demográficos básicos es posible apreciar las grandes diferencias regionales. Según el Censo de 2005, la región Andina es –como era de esperarse– la que más concentra población frente a la Pacífica con el 19,4%, la Caribe con el 21% aproximadamente, y la Orinoquia con el 3% escaso de la población total.

Si por ejemplo tomamos los datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, se aprecia que el Chocó, como departamento importante de la región Pacífica, presenta índices de mortalidad materna entre los más altos del país, de manera similar al Cauca y a Nariño que corroboran esta tendencia regional con una mortalidad dos veces superior a la medida nacional.

Si se analiza la mortalidad infantil, la región Pacífica con el Chocó y el Cauca presenta tasas de 36 por mil y 33 por mil nacidos vivos que están por encima del promedio nacional. A pesar que la región en su conjunto presenta una tendencia intercensal hacia la disminución que es del 30% entre 1993 y 2005, pasando de 39 por mil a 27 por mil. Entre las principales causas que son prevenibles predominan e incluyen las enfermedades infecciosas, accidentes y desnutrición. En el Chocó, las zonas urbanas presentan un alto número de muertes femeninas relacionadas no sólo con problemas en el acceso a los servicios de salud, sino también con su calidad.

Desde luego, sería interesante reportar los análisis detallados de un número mucho mayor de indicadores de región por región, pero el espacio a disposición no permite realizar esta tarea a cabalidad y es necesario, a continuación, acotar el campo a través de una selección de datos que, si bien limitados en cantidad, ilustran de manera clara cómo las asimetrías poblacionales comentadas arriba acompañan profundas diferencias en los factores que determinan la calidad de vida.

La Tabla 4, basada en el trabajo del DNP (2005) liderado por el PNDH, muestra datos sobre las regiones y los departamentos claves por su rol económico y social en el país como el Valle del Cauca y Antioquia, y dos regiones de bajo peso poblacional relativo frente al total de la población del país como la Orinoquía, la Amazonía (cuyos datos el DNP junta para la ocasión) y San Andrés y Providencia. En este caso, los datos no corresponden de manera precisa con la división en regiones geográficas adoptada para este trabajo, pero siendo que ésta investigación no tiene como objetivo definir lo regional de manera estricta sino mostrar las diferencias y las asimetrías, los datos a continuación se consideran indicadores de tendencias que respaldan el argumento general del trabajo mismo.

Las tendencias principales muestran el importante avance de la región Oriental en las cuatro dimensiones o factores analizados, lo cual hace pensar al analista atento, que la región venía de un atraso y/o estancamiento considerable. Las regiones menos insertadas en la economía global formal (Pacífica, Orinoquia y Amazonia) y las que más proveen insumos relacionados con una economía primaria, muestran retroceso en el factor fundamental del acceso y la calidad de los servicios.

El Gráfico 14 nos muestra que después del salto en adelante logrado entre 1990 y 1994, el país ha estado prácticamente una década sin lograr retomar el mismo impulso. Más bien en 2001, después de la crisis de 1999, muchos de los departamentos (no se tienen datos por región en relación con este indicador) muestran un retroceso frente a 1997, caída de la cual muchos departamentos como Bolívar, Magdalena o la Guajira y el mismo Distrito capital, se habían escasamente recuperado en 2003.

El punto que hay que enfatizar es que Colombia y sus regiones, sus grupos sociales y su gente, primero que todo, no tiene ni siquiera una transición demográfica ni equilibrada ni mucho menos completa comparando diferentes zonas del país. Segundo, los indicadores de logro educacional, sobre todo en secundaria y de manera brutal, fuera de las grandes ciudades, siguen preocupando (DNP 2011), por no hablar de cómo la desigualdad de oportunidades afecta el acceso a la educación universitaria.

En conclusión, cualquiera que sea el ángulo desde el cual se le quiera mirar, el problema de unas transformaciones estructurales asimétricas y desiguales en demografía y calidad de vida, permanece como una pieza central en la construcción de una mirada más completa sobre dónde estamos frente a la globalización y a la nueva economía.

12. Conclusiones

Los indicadores presentados en este trabajo, que si bien es cierto ya conocemos de manera aislada o en el marco de las miradas disciplinarias, una vez incorporados a un proceso de análisis que los aprovecha a través de la comparación y la triangulación con otras dimensiones como la más estrictamente económica o la institucional, permiten finalmente levantar la mirada desde los números y puntos y coma del crecimiento, para redescubrir una mirada cualitativa (también en el sentido de la calidad) acerca de a dónde va Colombia con sus regiones frente a los grandes cambios epocales que se suele sintetizar bajo el epíteto de ‘globalización’.

Esta mirada multidimensional parece mejorar nuestra miopía y, quizás, a veces, también pereza intelectual, en relación con la capacidad y la voluntad para centrar nuestra atención en la comprensión de cómo la gente de un país puede realmente estar excluida de un proceso de globalización donde los tigres pelean con los computadores y con base en el soporte de conocimientos de enorme complejidad, mientras muchas de nuestras regiones y muchas de las personas que allí viven no se han visto todavía beneficiadas con soluciones duraderas frente a asuntos tan fundamentales como los que representan las dotaciones mínimas que cualquiera necesita para poder tan sólo pensar en una inserción en el mundo global que no sea la que se logra por medio de una identidad como emigrante, refugiado o criminal. Se necesitan las dotaciones que hacen parte de la construcción de los derechos fundamentales: vivienda, salud, educación, libertad de pensamiento y acción política y, sin duda, trabajo digno en el marco de una vida protegida y segura.

Es cierto que los procesos que acompañan la globalización desbordan en muchos casos el campo de acción del estado-nación. Desde los mecanismos institucionales creados para recuperar su legitimidad por medio de organizaciones supranacionales, hasta los flujos económicos de alta volatilidad de los mercados financieros y pasando por el crecimiento de las redes ilegales, todo lo que parece ocupar el espacio del estado-nación nos habla de retos que se relacionan con la inclusión de la diversidad y la reducción de las asimetrías y las desigualdades. Las mismas regiones colombianas son heterogéneas y, en este sentido, presentan retos y dificultades diferentes a la hora de hacer frente a la denominada crisis del estado-nación.

Una de las estrategias planteadas para superar el problema de la pérdida de legitimidad del estado-nación fue la descentralización; sin embargo, aún en su componente más básico, es decir, el de la consecución de la autonomía fiscal, hay regiones rezagadas. Más aún, se observa la necesidad de profundizar en el componente de planeación territorial para ampliar el campo de la autonomía de las entidades territoriales.

Citas de pie de página

2. Libardo Sarmiento sustenta así esta afirmación, comentando el reconocimiento por parte de The Economist sobre el hecho que la globalización y el libre comercio han empeorado la distribución del ingreso. En el marco de la globalización, las cosas no marchan como en la teoría de la ventaja comparativa de Ricardo, referente importante para las posiciones neoliberales ortodoxas. “Los países tienden a especializarse en un número reducido de componentes, lo cual, de acuerdo con la especialización del trabajo, significa una elevación de la productividad, pero esa elevación de la productividad va acompañada de un desplazamiento de los bienes intermedio que destruye el empleo–esto se debe a que–(e)n la mayoría de los productos, en particular aquellos inelásticos, como los intensivos en mano de obra no calificada, recursos naturales y tierras, el aumento generalizado de la productividad ocasiona un sobreabastecimiento del producto que deteriora los términos de intercambio, obligando a los países a producir los bienes intermedios, más aún, bienes de baja productividad, y pagar salario inferiores a la productividad promedio para enfrentar la competencia internacional” (Sarmiento 2008, 380- 381).

3. Pero ¿no tenían comercios globales egipcios, griegos, macedones y romanos en sus épocas?

4. Citados en Sasken (1994).


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