Mujeres cafeteras y los cambios de su rol tradicional
Coffee Women and Changes in their Traditional Role
Mulheres do café e as mudanças no repertório de suas tradições
Lina María Rodríguez Valencia
Investigadora en Fundación Fes, Cali-Colombia
limarova@gmail.com
Recibido: 30.01.13
Aprobado: 07.05.13
1El presente artículo es producto del análisis de los resultados de la investigación "La riqueza invisible: familia y mujer en tres localidades cafeteras", presentada a la Maestría en Sociología en la Universidad del Valle.
Resumen
Este artículo presenta los cambios más importantes generados en el rol tradicional de algunas mujeres propietarias de fincas cafeteras en los municipios de Calarcá, Montenegro y Sevilla (Colombia) para el periodo 1970-2011, destacando la incidencia de los métodos de planificación familiar en las transformaciones femeninas. El análisis aborda las acciones institucionales desarrolladas por la Federación Nacional de Cafeteros y Profamilia como elementos explicativos de los cambios identificados. Es un estudio descriptivo con perspectiva histórica que metodológicamente tuvo una aproximación regional para examinar los cambios generales dados en la familia y la mujer.
Palabras clave: Mujer, Familia, Caficultura, Mediación Institucional.
Abstract
This paper presents the major changes ocurred in the traditional role of some women, owners of coffee farms, in the municipalities of Calarcá, Montenegro and Sevilla (Colombia), between 1970 and 2011, highlighting the impact of family planning methods on female transformations. The analysis addresses the institutional actions developed by the Federación Nacional de Cafeteros and Profamilia as explanatory elements of the identified changes. It is a descriptive study with a historical perspective that took a regional approach methodology to examine overall changes in family and women.
Key words: Women, Family, Coffee Growing, Institutional Mediation.
Resumo
Este artigo apresenta as mudanças mais importantes geradas no papel tradicional de algumas mulheres proprietárias de pequenas fazendas cafeeiras, nos municípios de Calarcá, Montenegro e Sevilla (Colômbia), no período 1970-2011. A análise Salienta tanto a incidência dos métodos de planejamento familiar quanto as ações institucionais desenvolvidas pela Federación Nacional de Cafeteros e Profamilia nas transformações femininas. É um estudo descritivo com perspectiva histórica e com uma abordagem metodológica regional, que busca examinar as mudanças gerais que aconteceram na família e na mulher.
Palavras chave: Mulher, Família, Cafeicultura, Mediação Institucional.
Introducción
Durante el periodo 1970-2011 los municipios cafeteros de Calarcá, Montenegro y Sevilla experimentaron transformaciones asociadas con acelerados procesos de urbanización, alfabetización creciente para las zonas rurales y urbanas, modificación de las formas tradicionales de conyugalidad y cambios en la condición ocupacional de sus pobladores. Estos cambios se vieron reflejados en las unidades familiares que tenían la característica de configurarse en estrecha relación con la producción cafetera, siendo las variaciones más significativas la disminución en el número de hijos por mujer y el aumento de separaciones y uniones libres. De fondo, la caficultura como principal actividad económica fue un elemento que posibilitó variadas transformaciones en los municipios del estudio, lo cual debe entenderse a la luz de una serie de acciones de tipo institucional agenciadas por la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) y Profamilia. Todos los cambios generados en la caficultura y en la familia tuvieron una relación directa con las transformaciones experimentadas por las mujeres en estas localidades, lo cual las ubicó en un lugar central dentro de las nuevas formas de la estructura social.
El marco teórico privilegiado para abordar las problemáticas de caficultura y familia en Colombia hace referencia al problema del campesinado y fue retomado sólo para generar nuevos interrogantes a su función analítica en cuanto a los problemas de investigación contemporáneos y el cambio social. Desde esta perspectiva, las actividades productivas y las domésticas estaban entrecruzadas dentro de la familia y el cuestionamiento principal sobre los cambios de la unidad campesina giraba en torno al destino del campesinado como grupo en sociedades de transición de un modelo rural a uno urbano. Esta teoría no tiene una concepción del trabajo individual, sino del despliegue de solidaridades que se comparten entre la familia y la finca. En este contexto es que surge el cuestionamiento sobre el lugar de la mujer cuando sufre una especie de descentramiento de sus actividades domésticas y productivas, para adquirir nuevas funciones en espacios académicos y laborales.
Metodológicamente, este acercamiento se realizó con la observación de las variaciones generales ocurridas en Calarcá, Montenegro y Sevilla entre 1970-2011, con apoyo en datos agregados, con los cuales se delimitó la ruta de indagación (variables principales) en torno a los cambios experimentados por las familias entrevistadas. Se tomó como punto de partida la década del setenta porque los estudios sobre café la abordaron como principal unidad de producción; sin embargo, en los estudios posteriores a 1970 desaparece de la literatura revisada, por lo que se ubicó el periodo 1970 para iniciar el rastreamiento de las transformaciones experimentadas en relación con la actividad cafetera.
Por otra parte, se definió un periodo amplio de observación para dar cuenta de la perspectiva histórica de la investigación. La descripción inicial implicó un diseño documental a partir del cual se elaboraron balances bibliográficos por categorías en tres dimensiones: (1) estudios sobre café en Colombia, (2) estudios sobre familia en Colombia y, por último, (3) estudios sobre la FNC. También se revisaron informes de la FNC, cuyos datos se cruzaron con los estudios sobre café para trazar una cronología de los principales eventos y programas que afectaron la caficultura en las localidades estudiadas. Estos programas y eventos se asociaron con las transformaciones sufridas por la familia cafetera y en especial en la mujer, por ser el centro de varias de las intervenciones propuestas institucionalmente.
Una vez identificados los alcances y limitaciones de los estudios realizados, se procedió a trabajar con datos cuantitativos que permitieran la construcción de algunas series históricas con las cuales se dibujó un panorama general de aproximación a la realidad de los municipios a partir de su composición sociodemográfica, con información proveniente de los censos poblacionales de los años 1964, 1973, 1985, 1993 y 2005.
Por último, se realizó una reconstrucción narrativa de los cambios vividos por las familias identificadas, a partir de entrevistas en profundidad con uno de sus miembros. En total se entrevistaron diez familias en los tres municipios: tres de Calarcá, cuatro de Montenegro y tres de Sevilla; para efectos de este artículo, sólo se hará referencia a los relatos de cinco familias. El criterio de selección se centró en que la familia tuviera -por lo menos- dos generaciones relacionadas con la actividad del café y que los entrevistados fueran preferiblemente mayores de 40 años, lo cual permitiría abordar -desde la historia de cada familia- diferentes cambios que abarcaran el periodo 1970-2011. Para el municipio de Sevilla se contó con dos entrevistas adicionales de miembros de cuarta generación de la misma familia; a pesar de ser mujeres menores de 40 años, su participación en la entrevista fue de mucha utilidad para comparar el sentido que tiene actualmente la finca para los miembros más jóvenes de las familias. Toda esta información fue nutrida con entrevistas semi-estructuradas a siete funcionarios de los comités departamentales de la FNC del Valle (cuatro) y Quindío (tres), de los que aparecen sólo tres relatos de los funcionarios del Valle en el cuerpo de este artículo. Estas entrevistas ayudaron a ilustrar los cambios graficados a partir de la información sociodemográfica, y al mismo tiempo aportaron datos de orden cualitativo que permitieron ampliar el espectro de los datos registrados en las series estadísticas2. En las Tablas 1, 2 y 3 se muestran algunas características de las personas entrevistadas y el código con el cual se marcaron los relatos para respetar su identidad en la exposición de resultados de la investigación.
En el orden nacional, uno de los trabajos que más aporta al conocimiento del tema de las relaciones familiares en la caficultura, pero que no atiende la relación de interés para este estudio, es elaborado por el historiador Renzo Ramírez Bacca (Ramírez 2008), en la investigación sobre la hacienda La Aurora para el periodo 1882-1982. En ésta, tanto la familia como las relaciones de género fueron estudiadas en el marco de la aparcería vinculada con el trabajo de la hacienda cafetera. No obstante, se evidenció el vacío que dejan los estudios centrados en el análisis de los procesos productivos, respecto a las características y roles de las unidades familiares; y la ausencia de estudios municipales o locales donde se encuentren descripciones de la relación entre la dinámica familiar y productiva.
Los estudios consultados como antecedentes de la investigación en la que se enmarca este artículo se remitieron a la herencia dejada por Virginia Gutiérrez de Pineda (1962) y Ligia Echeverri de Ferrufino (1985), en sus estudios sobre la familia colombiana. El modelo de familia expuesto por estas investigadoras permitió identificar los roles tradicionales de la mujer; los cambios en estos roles se distinguieron a partir de los aportes de los estudios de Carmen Elisa Flórez (2000), Magdalena León (1985) y Yolanda Puyana (1985), entre otros clásicos que permitieron dibujar el mapa de cambios experimentados por la mujer en Colombia durante el periodo abordado, información que se contrastó con los datos levantados en la investigación.
El artículo se distribuye en cuatro partes: la primera está dedicada a contextualizar los cambios generales dados en los municipios de residencia de las familias y mujeres entrevistadas; en la segunda se presenta la descripción de los cambios femeninos de algunas mujeres de los municipios de Calarcá, Montenegro y Sevilla; en la tercera parte se aborda el tema de la mediación institucional como aproximación explicativa a los cambios femeninos; y por último, se presentan algunos de los efectos de los cambios femeninos en otras estructuras sociales como la familia y la finca cafetera.
1. Caficultura y modernización
Calarcá, Montenegro y Sevilla son municipios que tuvieron durante el periodo 1970-2011 un desarrollo tan importante de la caficultura que se convirtió en puente entre los sistemas productivos locales con el mercado internacional. Esta relación afectó de manera significativa los procesos de migración del campo a la ciudad, los niveles de alfabetismo, la movilidad social a través de la escolaridad, la vinculación de la mujer al mercado laboral y académico y los cambios en las condiciones ocupacionales. Dichas transformaciones han sido explicadas como efectos del proceso modernizador del país en espacios locales3.
El país ha experimentado tasas tan altas de migración del campo a la ciudad en los últimos 30 años, que un país eminentemente rural en 1938, con sólo el 29,1% de la población en centros urbanos de más de 1.500 habitantes, se convirtió en un país urbano en 1973, cuando vivía en las ciudades el 63,1% de la población total del país (Banguero 1979, 12-13).
A nivel departamental y local los cambios se evidenciaron a través de la ampliación de la brecha entre la población urbana y la rural, aumento en las tasas de alfabetismo, en especial para las áreas urbanas, y cambios en las formas tradicionales de unión, entre otros.
Durante el periodo intercensal 1964-1973, se dio a nivel nacional, un incremento en el número de mujeres solteras entre las edades de 15 a 29 años. Este hecho muestra una tendencia generalizada a posponer la edad de la unión y la iniciación de la vida marital, lo que directamente incide en la disminución de la fecundidad (Puyana 1985, 193).
La explicación sobre la velocidad que tuvieron estos cambios es que se posibilitaron por la estructura caficultora que fue dando forma a su avance. Lo que particularizó el proceso modernizador en estos municipios fue la forma en que algunas instituciones facilitaron la instalación de un nuevo modelo económico caficultor, que terminó por ser protagonista en la configuración de una nueva mentalidad social, en la que la mujer fue protagonista, por ubicarse en el centro de acción de dos grandes procesos transformadores: la desaceleración del crecimiento demográfico y el reformismo agrario, que serán explicados con mayor detalle más adelante. En este contexto, uno de los cambios más dramáticos sufridos por estas localidades para la década del setenta recayó sobre la familia, que tal como se muestra en el Gráfico 1 estaba integrada por más de cuatro miembros y menos de doce, siendo el promedio más alto las familias constituidas entre 9 y 11 integrantes. Para la década del noventa, se advirtió un gran cambio en la configuración de esta unidad, a partir del crecimiento de la familia constituida en promedio por 3 y 4 integrantes y la disminución del porcentaje de familias con más de seis miembros.
El descenso en el número de miembros por familia refleja lo que estaba ocurriendo en el contexto colombiano. Al respecto Carmen Elisa Flórez (2000), expuso que uno de los principales cambios demográficos ocurridos entre los siglos XIX y XX se relacionó con la modificación de los patrones tradicionales de unión conyugal, lo cual estuvo asociado con la aceptación del matrimonio civil, el divorcio y los métodos de planificación familiar.
De fondo, lo que se expresó como efecto de la modernización en las localidades cafeteras y en las familias fue la apertura de proyectos individualizados, que se hicieron notorios a partir de la división de funciones domésticas y laborales. Estos efectos se reflejaron en los profesionales que se distanciaron de las actividades agrícolas, y las mujeres, quienes modificaron la forma tradicional de ser madres y de vincularse maritalmente. Estos hechos representaron, por una parte, una ruptura ideológica frente a las formas tradicionales de control social, cuya responsabilidad principal recaía en la Iglesia Católica.
El hecho anterior es punto clave en el giro que adquirió la familia cafetera en lo referente a las actividades productivas, porque el acceso a educación en aras de la profesionalización aisló -durante mucho tiempo o de manera definitiva- a los herederos de la finca de las actividades operativas en la producción cafetera, lo que antes se aprendía como oficios asociados con la caficultura.
La disponibilidad constante de la mano de obra femenina tanto para las funciones familiares como para las funciones productivas, significó durante la década del setenta un valor agregado para la producción del café. La fusión de estas actividades no implicaba pagos salariales, pero en el contexto económico, era fuerza de trabajo en función de la producción de la finca, lo cual se tradujo en acumulación de riqueza. Sin embargo, el equivalente en dinero de la fuerza de trabajo femenina no llegaba a las mujeres, bajo la idea de que era una colaboración en torno al bienestar familiar. Esa colaboración femenina en las labores productivas, implicó largas jornadas de trabajo y la atención de diferentes asuntos simultáneos con las funciones domésticas. La intensidad del trabajo femenino no fue exclusiva de la economía cafetera, pues en investigaciones de la condición campesina femenina en otras regiones del país, en especial en la región del Tolima, se presentaba el mismo fenómeno (Meertens 2000).
En casos extremos, la mujer trabajaba hasta 4 o 5 horas más, especialmente cuando se trataba de una viuda con una finca grande; de una familia con gran número de hijos pequeños, o de una mujer jornalera que además de su trabajo remunerado realizaba todo el oficio doméstico y atendía las especies menores que nunca faltaban, completando así una triple jornada (Meertens 2000, 361).
El Cuadro 1 expone algunas situaciones en las que la mano de obra femenina fue protagonista para las localidades estudiadas.
Teniendo en cuenta los relatos anteriores, vale aclarar que la familia experimentó cambios de acuerdo con la extensión de la propiedad; en ese sentido, la pequeña propiedad aún mantiene la estructura familiar dependiente de la finca como vivienda y generadora de ingresos y alimento. Debido a esto, las funciones desarrolladas por las mujeres continúan mezcladas entre el mantenimiento de la casa y las labores productivas, lo cual constituye una permanencia para algunas propiedades.
Así para el caso que nos interesa analizar, la alta participación de la mujer en la producción agropecuaria, en su calidad de ayudante familiar, no ha ido acompañada de modificaciones en la división sexual del trabajo doméstico, el cual ha seguido siendo responsabilidad de la mujer. Si al mejorar las condiciones de producción para la mujer por medio de la capacitación, el crédito, la asistencia técnica, etc., esta condición se mantiene, sencillamente se incrementa la ya existente doble jornada de trabajo y se conservan las jerarquías de poder preexistentes. El paso del trabajo familiar no remunerado a la generación de un ingreso, que es lo que busca la política, por sí solo no será garantía para superar la subordinación de la mujer campesina (Deere y León 1986, 58).
En cuanto al estado civil, la viudez significó para las familias -en especial para las mujeres- asumir las funciones del esposo en torno a la finca y la educación de los hijos.
En otros casos, cuando los hijos ya estaban entrando a la adolescencia y la adultez, estas mujeres contaron con su apoyo, pero de fondo se dio una fusión de roles para los miembros de la unidad que quedaron al frente de la finca y la familia. Si se referencia de manera exclusiva el rol femenino de la viuda, es evidente un proceso que le implicó afrontar funciones que social e históricamente correspondían al hombre.
Es probable que con las nuevas generaciones estos apoyos y aportes tuvieran una continuidad, pero una vez aparece la diferenciación profesional o por oficios, se generó una distancia de la pareja y de los hijos con la funciones de la finca. En este sentido, uno de los efectos más significativos gestados a partir del cambio del carácter del matrimonio, es que se interrumpió la transmisión de un oficio, porque los hijos fueron enviados a instituciones educativas para adquirir conocimientos formales tendientes a marcar trayectorias escolares. Este hecho marcó una ruptura en términos de la reproducción de la fuerza de trabajo en las pequeñas fincas. Por otra parte, el ingreso de la mujer al mercado laboral, implicó una especie de descentramiento de sus actividades domésticas en el espacio de la finca/casa. Las separaciones por su parte, implicaron rupturas de los vínculos afectivos que posibilitaban compartir espacios, funciones, recursos y tiempo en pareja y con los hijos.
La creación de ámbitos productivos especializados separados de la residencia y la familia es un fenómeno [en el que el] grado de autosuficiencia de la unidad doméstica disminuye y gran parte de las necesidades cotidianas pasan a satisfacerse a través de intercambios de mercado (Cicerchia 1999, 46).
2. Cambios en el rol tradicional de las mujeres cafeteras de Calarcá, Montenegro y Sevilla
Los dos cambios más impactantes para las mujeres en las localidades cafeteras como reflejo de los cambios dados en el contexto modernizador del país fueron el ingreso a procesos educativos y a espacios laborales. Sumado a lo anterior, el aumento de mujeres viudas y separadas generó dinámicas en las que las mujeres asumieron funciones tradicionalmente masculinas, ante la ausencia de los esposos en las fincas cafeteras.
Lo anterior puede examinarse a la luz del análisis de Marina Chávez (Chávez et al. 2010), a propósito del cambio de los patrones tradicionales mexicanos a partir del ingreso de las mujeres a procesos educativos y laborales. Desde su perspectiva:
El comportamiento de las mujeres que se han separado, las viudas y divorciadas resulta casi lógico; la falta de otro ingreso las obliga a trabajar fuera de casa (…) su actividad fuera del hogar depende de su nivel de escolaridad y de las facilidades que se tengan o no (…) de redes familiares y de otro tipo para cuidar de los infantes. También puede ser una decisión personal; pero aun así, con éstas y otras dificultades familiares se puede afirmar que los últimos años se caracterizan por la creciente tasa de participación de mujeres casadas y con hijos [en el mercado laboral] (Chávez et al. 2010, 93).
En ese sentido, las mujeres empezaron a dedicar mayor cantidad de tiempo al trabajo asalariado, lo cual implicó -de fondo- un cambio en el modelo tradicional de familia, en el que el hombre era el proveedor del hogar, lo cual se asocia con profundos cambios en el mercado de trabajo, en la economía y en los valores y actitudes de los papeles masculino y femenino, como un proceso general vivido no sólo por las localidades cafeteras, sino por otras sociedades.
Dos de los cambios radicales más importantes en el comportamiento de las mujeres antes y después de los años sesenta del siglo pasado, son sus trayectorias profesionales continuas y su alto nivel de escolaridad, ambos derivados de cambios profundos en las normas sociales (Chávez et al. 2010, 93).
La ganancia de autonomía por parte de las mujeres al tener acceso a procesos educativos y laborales se cruzó con la decisión de planificar el número de hijos, lo cual cambió el control ejercido sobre las mujeres -en especial sobre las solteras- por parte de las madres y de la iglesia, es decir, que el control sobre éstas, fue un elemento que se lesionó profundamente porque hubo una pérdida de autoridad, a partir de las nuevas disposiciones legales sobre las otras posibilidades de unión, diferentes al ritual católico, anulación de matrimonios civiles, y el proceso de planificación del número de hijos.
Este elemento fue definitivo en los cambios de patrones culturales para las localidades estudiadas, lo cual significó, además, una ruptura ideológica. El Cuadro 2 registra las implicaciones que la planificación familiar tuvo para las mujeres de las localidades de interés, reconociendo que agentes como la Iglesia, los cónyuges -no todos- y algunos médicos, fueron una limitante para aceptar este cambio social.
Con una estructura patriarcal dominante, y con la iglesia defendiendo los valores religiosos tradicionales, las mujeres tuvieron -para la década del setenta- unos límites culturales muy fuertes para emprender un cambio, que implicó -para muchas de ellas- una especie de traición al esposo y de ruptura con estructuras importantes en la cohesión social como la iglesia. En este sentido, lo que se encontró fue una transformación en la concepción de la vida femenina que afectó de manera determinante otros espacios de la vida social.
Y decidimos -a pesar que la iglesia dijera que no- que no íbamos a tener más hijos, y como yo quedé en embarazo con las pastas, entonces estando en el hospital, llegó una señora, me parece que de Profamilia en ese tiempo, y me habló del dispositivo y me lo hice poner… [E4F-C].
No todas las mujeres contaron con la aprobación del esposo para iniciar procesos de planificación; de hecho, para muchas de ellas la planificación familiar implicó una práctica oculta, "a escondidas del marido", y en muchos casos enfrentamientos directos con él, lo que deja ver -de fondo- el inicio de un proyecto individual.
Es que en esa época si uno planificaba era porque tenía mozo [¿Quién le decía?] el mismo marido, a mí mi marido me decía que yo no podía planificar porque era que tenía mozo, entonces yo planificaba al escondido y un día me pilló las pastas y me las regó todas y me dijo que era que yo tenía un mozo, después de eso quedé embarazada y me dijo que era porque yo tenía mozo y me dio una patada y perdí al bebé [R1-S].
El relato anterior corresponde a una mujer que en la actualidad tiene 43 años, es una recolectora, la mujer más joven del grupo de entrevistadas, quien tuvo su primer hijo hace 20 años, lo cual ubica este hecho hacia el final de la década del ochenta, lo cual sugiere que el proceso de aceptación cultural del control de la natalidad a través de la planificación familiar, es un proceso que si bien empezó hacia la década del sesenta, requirió de mucho más tiempo y elementos para transformar las ideas alrededor del control de la natalidad.
Consecuentemente, un tácito y a veces consciente compromiso se establece entre la pareja matrimonial antioqueña y la Providencia: tendremos todos los hijos con que Dios quiera bendecirnos, a cambio de que Él proporcione los medios adecuados para sacarlos adelante, vale decir, a cambio de bendición de prosperidad económica para levantar la prole numerosa (Gutiérrez 1975, 383).
En este sentido, el acceso a la planificación familiar significó ponerse en contra de algunas de las formas de control social y patrones culturales más importantes de estas localidades: el cura, el médico (aunque esta estructura fue más flexible y parte del cuerpo médico fue el que posibilitó estos cambios) y el esposo.
Cada hijo, en este sentido, toma un valor multiplicador que magnifica el poder paternal. Este ideal de descendencia numerosa es uno de los factores de conflicto entre la sociedad agraria de ayer y las innovaciones que la [vida] urbana tiende a establecer en sus instituciones (Gutiérrez 1975, 478).
La decisión femenina de planificar el número de hijos, no sólo fue uno de los efectos del proceso modernizador del país, sino una oposición directa o indirecta, consciente o no, al tradicional modelo patriarcal, en el que Iglesia y familia determinaban la función social de la mujer. Por otra parte, las nuevas posibilidades a nivel escolar y laboral que se abrieron para las mujeres, sumadas a las circunstancias de independencia del esposo (voluntarias: separaciones, o involuntarias: viudez), ayudaron a romper con algunos patrones culturales tradicionales, específicamente con la domesticidad de la mujer y con la dependencia económica, dado que tuvieron que aprender a desenvolverse en espacios diferentes a la casa o la finca.
3. Mediación institucional y el modelamiento de nuevas prácticas
Los grandes cambios en la relación entre la familia y la producción cafetera se dieron en el marco de la formulación de políticas dirigidas a la tecnificación agrícola, y el fortalecimiento de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) como entidad que transmitió las grandes políticas económicas a las poblaciones cafeteras, así como se configuró en intermediaria entre la producción nacional y el mercado internacional. Sumada a la acción de la Federación, se encontró la acción de Profamilia como institución modeladora del pensamiento tradicional sobre las funciones reproductivas de la mujer.
La Tabla 4 que se presenta a continuación, muestra algunos de los programas sociales a través de los cuales se fue implementando el proceso modernizador para las localidades cafeteras, y que fueron dirigidos de manera exclusiva a las mujeres; con estos programas se inició el proceso de cambio de las prácticas femeninas, de acuerdo con las orientaciones institucionales.
Los programas descritos anteriormente marcaron un punto importante en los procesos de capacitación e información femenina, dado que las mujeres fueron accediendo -casi en simultánea- a un mundo laboral diferente al agrícola; al mundo educativo, con el aprendizaje de labores y oficios técnicos y a la información sobre sus posibilidades legales para reivindicar algunos de sus derechos, así como a las prácticas de control sobre sus posibilidades de reproducción y cambio en la forma de entender su sexualidad.
Estos programas se enmarcaron dentro de dos grandes iniciativas políticas de transformación denominadas Reformismo Agrario y Desaceleración del crecimiento demográfico, que venían encauzadas desde la esfera internacional. Si bien el reformismo agrario, a través del modelo caficultor propuso una racionalización de la vida familiar y productiva de los cafeteros, el propósito de frenar el crecimiento demográfico apuntó a la racionalización de la función reproductiva femenina, como mecanismo de control para generar cambios en otras esferas sociales.
En este sentido, las políticas de gobierno para la década del sesenta impulsaron un cambio de mentalidad, que terminó por verse con mayor impacto en las mujeres. En este periodo tuvo lugar la Asamblea Panamericana de Población:
Ningún evento había lanzado con tanta fuerza el tema de la planificación familiar en el país. La asamblea convocada por el Population Council y la Fundación Ford, comenzó en Cali el 11 de agosto de 1965 y fue presidida por el expresidente de Colombia Alberto Lleras Camargo. ´Para quienes no queremos que la humanidad de nuestra patria se ahogue en este abismo por indiferencia y por imprevisión -dijo en el discurso inaugural-, la solución humana, la solución cristiana, la solución económica, la solución política, es el control de la natalidad. Y cuanto antes, mejor´ (Dáguer y Riccardi 2005, 37).
Durante el gobierno de Guillermo León Valencia, el problema de la explosión demográfica y la necesidad de controlarla posibilitó el primer convenio entre la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos -USAID (por su nombre en inglés)- y el Ministerio de Salud. Hacia 1966, el Ministerio de Justicia dio aval legal al funcionamiento de la Asociación Pro Bienestar de la Familia Colombiana -Profamilia-, y gracias al apoyo de USAID, se inició el adiestramiento de médicos colombianos en lo relacionado con planificación familiar.
Todas estas acciones estaban articuladas para mejorar las condiciones de producción de café y, de manera directa o indirecta, terminaban beneficiando las zonas cafeteras, y posibilitaron la aceptación y consolidación del nuevo modelo económico, y los cambios que afectarían la familia y la mujer, como consecuencia de los nuevos programas de control poblacional.
El acceso a procesos educativos, mundo laboral y planificación de la familia por parte de la mujer, estuvo asociado con el despliegue que los programas productivos agenciados por la Federación Nacional de Cafeteros tuvieron sobre las familias de los municipios estudiados, siendo la mujer el centro de muchos de los programas sociales propuestos.
Tanto la mujer como la familia fueron cambiando a través del aprendizaje de un nuevo modelo productivo, que se transmitió a través de los Comités Departamentales de Cafeteros y de las cooperativas a nivel municipal. En el caso del Valle, por ejemplo, se puso en marcha durante la década del setenta el programa de "Talleres Industrias Rurales" -vigente aun-, con el objetivo de aprovechar la mano de obra campesina para la producción4.
Con el despliegue de estos programas, se dio participación principalmente a las esposas e hijos de caficultores, bajo la lógica de instrucción de la población con fines de diversificar las posibilidades de la caficultura.
El municipio de Sevilla evidencia parte de la dinamización citada anteriormente, a partir de su protagonismo como productor cafetero, pues logró ser partícipe de variados programas sociales, entre ellos el Programa de Capacitación Femenina, denominado "Instructoras de Hogar", para capacitar a las mujeres en el aprendizaje de oficios productivos como alternativas económicas para los ingresos en los hogares; a este tipo de acciones se les denominó "La organización femenina para la industrialización del campo", y se desarrollaron simultáneamente con los convenios del SENA para la capacitación de los jóvenes en las concentraciones rurales. Con esta clase de prácticas, la familia terminó siendo impactada por lo menos en la parte formativa y de oficios por un modelo productivo, que trascendió la fuerza de trabajo familiar y las prácticas de autoconsumo.
Siendo la mujer la mayor responsable de la formación primaria de las futuras generaciones, es indispensable contribuir a su capacitación a la vez que con su ayuda pueda aportar economías al hogar. Los grupos femeninos se atienden primordialmente por Instructoras de hogar o con otras organizaciones del grupo cafetero como Cencoa, Procafesa, Cooperativas de Caficultores, etc. Como resultado de la organización femenina por la industrialización del campo están los Talleres Rurales (Comité Departamental de Cafeteros del Valle 1980, 44).
El Valle, por su parte, dio inicio al convenio con el Fondo de Desarrollo Rural -DRI- para programas de atención a la población más desprotegida, convenio dentro del cual se pusieron en marcha subprogramas de atención a la mujer cafetera.
Hacia finales de la década del ochenta, el municipio de Sevilla intensificó el programa de renovación de cafetales y se montó el "Taller Sevilla", como parte de "Talleres Rurales", dedicado a la capacitación de socias en lo relacionado con la administración y dirección de la finca.
Como efecto de la modernización del campo, el tema femenino adquirió un lugar central hacia el año 2009, que representó un avance significativo en relación con la mujer cafetera, en términos de la implementación de políticas nacionales, para el desarrollo de las mujeres y la equidad de género a través de la promoción de "Consejos Participativos de Mujeres Cafeteras" para el Valle. Durante este mismo periodo, la FNC reconoció el rol de la mujer como educadora, madre, líder y emprendedora.
En cuanto a Profamilia, se identificó que esta institución generó, simultáneamente a los programas sociales productivos de la Federación Nacional de Cafeteros, una intervención en torno a la atención especializada a la mujer y a la familia alrededor de los métodos de planificación, y ayudó a consolidar el modelo productivo, posibilitando nueva fuerza laboral para diferentes actividades. En este sentido se explica la disminución del número de integrantes de la unidad familiar.
No se puede afirmar que el modelo adoptado por Profamilia fuera el mismo seguido por la FNC; sin embargo, llama la atención el tema de la cercanía en el trato entre personas como una forma de vinculación con las comunidades, es decir, que la fluidez del trato permite la transmisión de conocimientos técnicos y de oficios, y en especial, la puesta en marcha de las prácticas requeridas para inscribirse dentro de las nuevas lógicas sociales propuestas, política o económicamente, y adoptadas por las instituciones en cuestión. Por ejemplo, la puesta en marcha de un sistema de organización para la finca en términos espaciales y administrativos, es la cristalización de los talleres que ha diseñado la FNC para sus asociadas.
Los programas sociales constituyeron un núcleo importante de relación entre los Comités Municipales y Departamentales con poblaciones específicas, como las mujeres, a quienes transmitieron diferentes enfoques para el mantenimiento de la caficultura, y para garantizar la organización familiar.
Nace la iniciativa desde el Comité de Cafeteros del Valle del Cauca, con 105 mujeres ligadas directamente a la caficultura. Fue un proceso de capacitación en todo el tema cooperativo porque la idea era organizarlas. A través del Sena se les capacitó sobre todo en el tema productivo; Croydon apoyó ese tema para que aprendieran a hacer calzado y para que les hicieran calzado a Croydon [F2-FNC-V].
Por otra parte, hay una penetración institucional en espacios de la vida familiar e individual, y la importancia de este avance se traduce en la cristalización de las grandes transformaciones sociales. Por ejemplo con programas de apoyo a la mujer cafetera, a través de los cuales se promueve la autoestima, la inclusión femenina en diferentes esferas de su actividad, los espacios productivos para la mujer que les permiten obtener un ingreso, entre otros.
Lo de la mujer creo que tiene mucha fuerza pero hay que darle un horizonte sostenible, la mujer es el centro de la actividad cafetera, la mujer es la empresaria cafetera. En el momento que la mujer salga de la actividad cafetera se viene una crisis social impresionante porque los costos de mantener trabajadores, de mantener la casa, se acaba este cuento. (…) En la zona rural existe una carencia de la presencia del Estado y allí es donde la federación sí ha llegado [F1-FNC-V].
En la trayectoria de trabajo de la FNC se han gestado programas como "Mujer cereza: una nueva mujer para una nueva caficultura" y el programa "Mejoradoras de hogar", los cuales se habían enfocado en trabajar con las mujeres en temáticas como el manejo del hogar y el manejo de la finca como una empresa. Lo anterior sugiere el avance de la lógica empresarial en espacios donde la mujer continuaba ejerciendo labores productivas desde su rol como ama de casa. En este sentido, se intentó enganchar a la mujer con la visión empresarial de la finca, en aras de mejorar la producción cafetera. Este tipo de programas implicaron un cambio en la concepción del rol histórico de la mujer.
Al parecer en el departamento del Quindío no hubo ese desarrollo de la iniciativa que sí se dio en el Valle. Fue Profamilia la institución que penetró la zona rural colombiana para enseñar a la mujer cómo planificar, proceso que marcó el inicio de hondas transformaciones en la familia cafetera.
En el Valle, el Comité de Cafeteros -a través de la Cooperativa de Industrias Integradas- apoyó la capacitación de mujeres en torno a temas de derechos y deberes, de salud ocupacional y de derechos humanos, temáticas que de alguna manera incidieron sobre las perspectivas de la mujer en el núcleo familiar.
En ese tiempo como uno no podía planificar que porque uno engañaba al marido si uno planificaba (…) Él mismo me decía que si yo planificaba era porque tenía mozo (…) Si reuniones aquí en Palomino de cómo debemos criar los hijos, eso como que lo hace el hospital" [R1-S].
En el tránsito de grandes reformas políticas y económicas hacia los espacios locales y familiares, se identificó el poder y fuerza de las instituciones como elementos claves en la transmisión de las grandes iniciativas de cambio en relación con los procesos de organización local y poblacional, llegando a enlazarse con los métodos individuales de los cafeteros.
Detrás de la lógica corporativista de la FNC se evidenció una orientación de manejo y control social, que antes tenían la Iglesia y la familia, así que la irrupción de la institucionalidad en el campo social y familiar generó una ruptura con las formas tradicionales de organización. Dentro de los planes de cambio, la mujer adquirió un lugar central en el desarrollo de programas y propuestas institucionales, orientadas a su capacitación e introducción en lógicas laborales asalariadas y lógicas administrativas para el manejo de la finca; de este modo la mujer adquirió un puesto como agente receptor de cambios y motivador de otras transformaciones.
4. Cambios en la mujer y sus efectos sobre otras estructuras sociales
Esa transformación del rol femenino en términos de su función histórica tuvo, inevitablemente, efectos sobre las unidades familiares y en consecuencia sobre las unidades productivas, porque se fue dando paulatinamente un distanciamiento entre la mujer y la finca, donde ésta era el eje fundamental y cohesionador de toda la familia. Ese cambio en la estructura familiar tradicional, se cruzó con la pérdida del carácter de unidad residencial de la finca cafetera. En este sentido, familia y finca empezaron a distanciarse en la relación clásicamente conocida.
Esa participación femenina más intensa explica, en alguna medida, el descenso de la fecundidad en las zonas rurales, pero también constituye claro indicio de que, al contrario de lo que sucedía a comienzos de la década del setenta, la mujer no abandona la fuerza de trabajo en las edades reproductivas; al permanecer en ella, las exigencias de sus roles de madre y trabajadora le obligan a extender su jornada diaria del trabajo (Bonilla y Vélez 1987, 18).
De acuerdo con Elssy Bonilla y Eduardo Vélez (1987), el cambio se fue dando a través de la duplicación del trabajo femenino en la finca, porque no se desligaba de sus funciones de manera automática, ni de las actividades realizadas en los oficios remunerados. De hecho, la misma institución se preocupó por mantener a las mujeres en los hogares, para evitar una migración masiva hacia las ciudades.
Industrias Integradas es una cooperativa de trabajo asociado que nació en los años setenta, en medio del problema de la roya, nació como respuesta a una problemática sentida en esas comunidades cafeteras del Valle del Cauca, dado que la roya golpeó bastante el trabajo en el campo, en general los ingresos de las familias, y el ingreso de la familia venía por la labor del hombre, al no obtener ingresos entonces, y al empezarse a generar esa problemática y al visualizar la ciudad como una opción, entonces en el Comité de Cafeteros diseñaron un proyecto que beneficiara a las mujeres principalmente hijas y esposas de caficultores a que tuvieran un ingreso para que no se tuvieran que venir para la ciudad [F2-FNC-V].
El relato anteriormente expuesto evidenció, por una parte, la apuesta de la FNC en torno al tema cooperativo como una política de la entidad, lo cual a su vez logró aterrizar todas las políticas de cambio y permanencias en las unidades familiares; por otra parte, se puede observar cómo se llevaron todas estas propuestas a las mujeres, como eje central de las familias cafeteras. Otro elemento que se quiere destacar es el control ejercido por la FNC a través de los comités, para mantener a las mujeres en el campo y proveer el ingreso que estaba faltando en el hogar.
Fue un proceso de capacitación en todo el tema cooperativo, si porque la idea era capacitarlas y esas capacitaciones se hicieron a través del SENA y luego ya vino la capacitación en el tema productivo. O sea industrias integradas se convirtió en maquilador de calzado para Croydon, entonces se retuvo a la gente, se retuvo a las mujeres. [F2-FNC-V]
De acuerdo con las diferentes acciones institucionales, que se orientaron a capacitar a la población campesina, y a través de las cuales se fue enseñando -de alguna manera- una racionalidad organizacional, productiva y de mercado, se puede concluir que la FNC participó de manera directa en el modelamiento de la nueva mentalidad femenina a través de procesos de racionalización de la vida familiar, como efectos de los procesos modernizadores del campo colombiano.
¿Y en los programas orientados a las mujeres se trabajó el tema de la planificación familiar?
Si, si, en todas… ese programa lo manejábamos con Bienestar Familiar, que era las charlas para mujeres para la planificación familiar y programas de atención a los niños menores.¿Y cómo recibían los esposos este tipo de charlas?
No muy bien, porque generalmente en el campo no les gusta ese tema, pero sí hacía
parte de la educación que se le brindaba a las familias [F3-FNC-V].
En este mismo sentido los cambios generados en la familia, a partir del cambio en el rol de la mujer, estuvieron determinados por la diferenciación de funciones, como consecuencia del proceso de modernización generado en las localidades dedicadas a la producción de café. Esa diferenciación de funciones marcó una ruptura o modificación de las formas tradicionales de trabajo familiar.
La relación cooperativa y solidaria de los individuos consanguíneos asentados en un hábitat limitado y contiguo, se expresa en muy variadas formas. En primer lugar, un intercambio de servicios y de instrumentos de trabajo agiliza la vida y las obligaciones en el mundo femenino, intercambio que trasciende en lo referente a la actividad y responsabilidades de los hombres. En el laboreo de la tierra existe una regla de recíprocos préstamos para herramientas, bueyes, semillas, abonos, etc., que mantiene activas y funcionales las relaciones. Esta servidumbre de elementos materiales se extiende a la cooperación en el trabajo (Gutiérrez 1975,101).
Lo anterior puede interpretarse como un proceso de individualización del trabajo femenino, que estuvo cruzado, y de alguna manera posibilitado, por el cambio dado simultáneamente, en la percepción del matrimonio como la vía tradicional de ser mujer y madre.
Se hace ostensible a lo largo de la presentación de los resultados que en la actualidad Colombia vive un cambio de actitudes frente al sexo y a la constitución de la familia que ha llevado a las autoridades del Estado a introducir modificaciones sustanciales en la legislación y en las políticas familiares… (Gutiérrez 1975,70).
Lo anterior significó una ruptura cultural, dado que las mujeres estaban sujetas a varios mecanismos de control que procuraban un comportamiento consecuente con la normatividad social, que les indicaba cuáles eran sus posibilidades femeninas, y en especial, sus límites.
De esta manera, hasta donde la sociedad antioqueña ha mantenido esta actitud beligerante de control de la conducta sexual de sus mujeres casadas, se ha mantenido la integridad de la familia de este complejo, integridad que aunque la moral religiosa indique obligación bilateral, es sólo de práctica y deber femenino exclusivo si miramos la cultura real y la encubierta (Gutiérrez 1975, 397).
Los nuevos controles hacia las mujeres fueron desplazados de la institución de la Iglesia a las fábricas y espacios laborales, en las que a partir de la década del ochenta se inició un proceso de selección femenina, cuyo principal criterio era la procedencia de una buena familia y ser soltera (León 1985).
Virginia Gutiérrez (1975) advirtió sobre el peso de la religión en el modelamiento de las formas familiares y femeninas, pero con la llegada de nuevos fenómenos sociales estas lógicas empezaron a perder su centro de control desde la Iglesia y la religión, para empezar a ser dirigidas desde otro tipo de instituciones más asociadas y cercanas al trabajo campesino o industrial en pequeñas y grandes localidades.
La racionalidad femenina, impulsada por instituciones como Profamilia y la FNC, permitió a las mujeres identificar su potencial productivo, y reconocer el valor de su capacidad de trabajo en otros espacios, a través del salario. En un sentido más profundo, esta racionalidad "aprendida" por las mujeres las llevó a iniciar una serie de negociaciones para desprenderse -poco a poco- del vínculo de dependencia varonil, a pesar de que -en principio- ejercer labores por fuera de la casa les implicara duplicar su capacidad de trabajo. Esta racionalidad, no se transmitió únicamente en términos del trabajo, sino de todas las prácticas para mantenimiento de las propiedades y de la unidad familiar alrededor de la finca.
Ay, a mi el café no me gusta, pero vamos a ver los puntos. Y hubo una ventaja -que por eso me llamó la atención quedarme aquí-, que quedaba yo sola, mis hermanos todos han sido muy especiales conmigo, pero yo me puse a pensar, y ellos mis hermanos… yo me pongo a pensar, ¿qué es más conveniente para mí? (…) Tan bello mi Dios, cuando yo le pedí que reciba la finca de allá, me puse a pensar yo vivo aquí, aquí la manejo muy fácil, yo vivo de aquí a 5 minutos, y cuando voy para el Valle, yo no sé manejar, tal cosa, no. Entonces vi una cantidad de factores muy positivos, y le doy gracias a Dios que lo hice así [E2F-M].
El contraste de la situación anterior con el análisis sobre la penetración de la racionalidad económica en la familia y la mujer, ilustra que la toma de decisiones de cambio atraviesa por toda una serie de previsiones sobre la conveniencia y efectos personales para escoger el patrimonio.
En este sentido, en el momento en que la mujer tuvo posibilidades económicas, y se ubicó en un contexto social más abierto al cambio, pudo decidir sobre su conveniencia personal, a partir de la ruptura con una forma de economía basada en las solidaridades y en prácticas ajenas a un cálculo racional.
La economía de las prácticas económicas, esa razón inmanente a las prácticas, no tiene su principio en "decisiones" de la voluntad y la conciencia racionales o en determinaciones mecánicas originadas en poderes exteriores, sino en las disposiciones adquiridas por medio de los aprendizajes asociados a una prolongada confrontación con las regularidades del campo; esas disposiciones son capaces de generar, incluso al margen de cualquier cálculo consciente, conductas y hasta previsiones que más vale llamar razonables que racionales, aun cuando su conformidad con las estimaciones del cálculo nos incline a pensarlas y tratarlas como productos de la razón calculadora. La observación muestra que, aun en ese universo en que los medios y los fines de la acción y su relación se llevan a un grado muy alto de explicitación, los agentes se orientan en función de intuiciones y previsiones del sentido práctico, que muchas veces deja implícito lo esencial y, a partir de la experiencia adquirida en la práctica, se embarca en estrategias "prácticas", en el doble sentido de implícitas, no teóricas, y cómodas, adaptadas a las exigencias y urgencias de la acción (Bourdieu 2010, 20).
El análisis de Bourdieu sobre la economía doméstica ilustra muy bien los alcances de las solidaridades familiares, y la falta de cálculo sobre las prácticas a partir de las cuales se soporta la familia y su producción. Desde esta perspectiva, la incorporación de la racionalidad económica en las lógicas femeninas, y los cambios que a partir de allí se generaron están determinados -parcialmente- por la aceptación de la oferta institucional, por parte de la mujer, para controlar el número de hijos, lo cual afectó el elemento de reproducción de fuerza de trabajo, e inició nuevos procesos, que contemplados o no, incidieron sobre el cambio de toda la estructura social.
En una sociedad donde la mujer no tenía mayores posibilidades por fuera del matrimonio o la vida religiosa, decirle no a la forma tradicional de vivir la sexualidad, por encima de la opinión de su esposo, y de las otras estructuras de control, constituyó toda una hazaña.
(…) como que les estaba diciendo… las mismas hermanas: "no sea boba, para que no quede en embarazo hay unas pastillas, pero las pasticas muchas veces causan, en ese momento pero ahora si no hay muchos problemas, hay unas que le dañan piel a uno otras que alborotan la vena várice" [E5F-S].
El proceso modernizador colombiano en el campo cafetero logró penetrar las capas más profundas de organización social llegando a modificar la sexualidad tradicional y el significado de ésta para la mujer y consecuentemente para las familias cafeteras.
La puesta en marcha de las grandes políticas de cambio significó -en la historia de la mujer cafetera-, cuatro momentos de concentración específica en ella como agente de cambio: el primero estuvo dedicado a educarla de acuerdo con los criterios básicos de educación formal y la enseñanza de oficios; el segundo estuvo marcado por su enganche al mercado laboral a través de cooperativas de trabajo y la combinación de programas de planificación familiar, para reducir el número de hijos; el tercero estuvo definido por el proceso de capacitación femenina en la formulación y ejecución de proyectos productivos; y el cuarto momento se definió por la información desplegada para que las mujeres conocieran sus deberes y derechos y la ejecución de programas con perspectiva de género, en especial para el Valle. Como efecto de los programas anteriores se dio un enfoque más político a la intervención con mujeres, mediante la creación de consejos participativos departamentales y municipales para la discusión de temas femeninos. Todo lo anterior ocurrió en un contexto en el cual diferentes enfoques internacionales se centraron en la mujer como sujeto receptor de programas de intervención. Es así como la temática del desarrollo se asoció con la mujer para proponer nuevas formas de acción social.
En términos teóricos, el protagonismo ganado por la mujer como eje de la familia y elemento central de la caficultura, la fueron marcando paulatinamente como receptor y agente de cambios a través de la individualización del trabajo femenino. De otro lado, los cambios generados en la estructura familiar a partir de los cambios en la mentalidad de la mujer, en especial a partir de la generación de salarios, implicó un giro en la forma tradicional de entender al campesinado, pues desde la perspectiva de Kerblay (1979), el trabajo familiar no puede ser medido en términos de salarios, haciendo inaplicable el cálculo capitalista a la ganancia de las familias campesinas. En este sentido, en el momento en que las mujeres empezaron a recibir salarios por actividades diferentes a las de la finca, o recibieron ingresos por el manejo de ella, se inició la racionalización de la vida familiar, y se dio un giro a la familia campesina, tal como había sido entendida, en periodos anteriores a las décadas del sesenta y setenta.
5. Conclusiones
En el marco general de las transformaciones sufridas por los municipios estudiados, las posibilidades económicas dadas por el dinamismo de la caficultura facilitó grandes avances en la generación de una infraestructura local que pudiera soportar el despliegue de programas técnicos, sociales y educativos, en plazos cortos. Lo que particularizó el proceso modernizador para el Quindío fue la forma en que las instituciones posibilitaron la instalación de un nuevo modelo económico caficultor, que terminó por ser protagonista en la configuración de una nueva mentalidad social. La comparación dejó claro que el proceso de modernización municipal no registró mayores particularidades entre los municipios del Quindío y el del Valle, por lo que se concluye que el proceso caficultor aportó cierta homogeneidad a la vida social de las localidades estudiadas. La principal particularidad que matizó la historia de los municipios quindianos estuvo relacionada con el incremento de viudas en un periodo determinado, lo cual implicó una mayor participación en la actividad agrícola, en las capacitaciones realizadas por los comités de cafeteros municipales y en las decisiones sobre el destino de la finca y la cohesión familiar, una vez lograban ser propietarias.
Si bien el modelo patriarcal mantuvo su estructura general, se reconoce un cambio en el cual se configuró una independencia (voluntaria o no) por parte de las mujeres, una vez que lograron tener acceso a diferentes recursos, expresados en el ingreso al mercado laboral, el acceso a la tierra como propietarias y los procesos educativos (educación básica, capacitación técnica o profesional). Los nuevos conocimientos adquiridos por las mujeres en espacios escolares y laborales, facilitaron nuevos respaldos provenientes de estructuras diferentes a la familiar lo cual amplió, o consolidó -en cierta medida-, la toma de decisiones de carácter individual (planificación familiar) y familiar (mantenimiento de la cohesión y del negocio cafetero). La principal afectación que pudo haber recibido el modelo tradicional de familia fue la incorporación de nuevas formas de ser mujer, "diferente" a las tradicionalmente aceptadas, y la ruptura con algunos mecanismos de control tradicionales.
Dentro de la lógica de cambio, la mujer adquirió un lugar central en el desarrollo de programas y propuestas institucionales orientadas a su capacitación e introducción en lógicas laborales asalariadas y lógicas administrativas para el manejo de la finca, por lo que la mujer adquirió un lugar de agente receptor de cambios y motivador de otras transformaciones. Lo anterior sumado a las posibilidades que tuvieron algunas de estas mujeres para acceder a recursos de diferente tipo, incidieron en la modificación de la forma tradicional de ser madres y de vincularse maritalmente. Estos hechos representaron una ruptura ideológica frente a las formas tradicionales de control social, cuya responsabilidad principal recaía en la Iglesia Católica.
El protagonismo ganado por la mujer como eje de la familia y elemento central de la caficultura, la fueron marcando paulatinamente como receptor y agente de cambios, lo que puede definirse como un proceso de individualización del trabajo femenino, donde la importancia de la familia como unidad productiva fue cediendo terreno a otras formas culturales de organización social, lo cual pudo evidenciarse al describir la situación de las mujeres propietarias de fincas cafeteras, en contraste con las mujeres recolectoras, quienes evidencian realidades que las primeras no tuvieron que vivir o superaron hace tiempo, por ejemplo el acceso a un ingreso monetario.
Citas de pie de página
2. El trabajo de campo se inició en noviembre de 2010 y terminó en enero de 2011; se realizó en Cali y Armenia con funcionarios de la FNC, y en Calarcá, Montenegro y Sevilla con las familias entrevistadas, en sus residencias.
3.Si bien el concepto de modernización ha protagonizado variados debates en las Ciencias Sociales, y a menudo es diferenciado del concepto de modernidad, este trabajo no se ubica en dicha distinción y, más bien, se apoya en propuestas de definición en las que se le reconoce como un proceso inacabado, que implica novedades tecnológicas y científicas asociadas con dinámicas de cambio social, generadas a través de elementos como la educación , y que dan como resultado cambios en la racionalidad social, como efecto de una transición de lo tradicional a lo moderno, según lo muestra Francisco Javier Villamarín (2010) en su trabajo sobre la región nariñense colombiana.
4.Información suministrada por Adriana María Mosquera, Trabajadora Social, funcionaria del Comité de Cafeteros, Valle; entrevista realizada en diciembre de 2010.
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